Cinco estudiantes se bañan cerca del malecón del río Puyo, en el barrio Obrero, en Pastaza. Tras salir de clases, ellos disfrutan de la naturaleza y se zambullen en el afluente. El biólogo Chris Canaday, administrador del Parque Botánico Omaere, en este corredor ecológico y turístico, dice que el agua está infestada de coliformes fecales.
Sin embargo, los jóvenes de entre 16 y 17 años insisten en quedarse unos minutos más. Según Canaday, con ayuda de otros biólogos estadounidenses desarrollaron en 2015 un estudio sobre los organismos existentes en el afluente. En la investigación se determinó que el río estaba contaminado con elementos orgánicos (materia fecal humana).
“No pueden bañarse aquí; está sucio porque toda el agua servida que se genera en la ciudad es vaciada al afluente a través del sistema de alcantarillado. Debería estar limpio, al ser uno de los atractivos turísticos del cantón Pastaza”, insiste el biólogo.
Un problema viejo
Canaday cuenta que cuando llegó a ese sector, hace más de 16 años, el agua aún era pura, cristalina y había como bañarse. Ahora es difícil hacerlo.
Un informe emitido por la Empresa Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de Pastaza (Emapast) detalla que apenas 20 de los 200 litros por segundo que producen los 80 000 habitantes de la urbe son procesados en ocho miniplantas de tratamiento que funcionan en diferentes barrios de la urbe. Los 180 litros por segundo restantes van directo al río Puyo.
Rubén Cajas, gerente de Emapast, explica que al menos 60% de las aguas servidas debería estar en este momento sometido a un tratamiento, con la construcción de la primera fase del Plan Maestro de Alcantarillado.
Sin embargo, el proyecto está suspendido por problemas técnicos y jurídicos. “Vamos a hacer una nueva consultoría que permita corregir las fallas de diseño de las plantas de tratamiento y contratar su construcción corrigiendo las fallas de desnivel existentes”.
El proyecto, valorado en USD 23 millones, debía estar concluido hace dos años y medio. Este comprendía la construcción de tres subsistemas con sus respectivas plantas de tratamiento. El primer subsistema es el colector río Puyo, que recoge las aguas usadas de los barrios Intipungo, Cumandá, ciudadela El Chofer y Obrero. El segundo, Pindo Chico, recolecta lo de los barrios Libertad, Miraflores y el Recreo.
El tercero, río Pindo Grande, abarcaría lo que atraviesa por las zonas El Recreo, La Tarqui y México. También incluía la construcción de la segunda y tercera fases del plan maestro de alcantarillado, que trataría el 100% de aguas residuales de esta urbe amazónica.
Aguas pestilentes
Este Diario hizo un recorrido por los barrios Obrero y México, con el especialista en manejo de cuencas Ricardo Abril. Ahí se ve cómo los sistemas de alcantarillado que salen de las casas envían aguas pestilentes a los esteros. Al arribar al barrio México, un hedor que viene del estero La Talanga invade el ambiente.
El líquido que corre por el lugar es amarillo. Según Abril, eso ocurre porque algunas viviendas desfogan sus aguas residuales al estero, debido a que están a un bajo el nivel del alcantarillado de la ciudad. Eso molesta a María Yugsha, dueña de una tienda en las calles Luis Arias Guerra y Cumandá. “Si hay mucho sol, un olor nauseabundo e insoportable invade el barrio. Pedimos a las autoridades que tapen el estero en este tramo”.
Algo similar ocurre en el estero Citayaku, en el barrio Obrero, donde hay un tramo a cielo abierto. En 2018, Abril efectuó un estudio sobre el impacto ambiental de las descargas provocadas por las aguas servidas de la ciudad. Este fue elaborado entre la Universidad Estatal Amazónica y el Consejo Provincial de Pastaza.
En la investigación se tomaron muestras en la cuenca del río Puyo y en otros 24 puntos de los afluentes Pindo Chico y Río Blanco. “Comprobamos que la mayoría de puntos de la urbe sobrepasa los límites permisibles de coliformes fecales, de acuerdo con la norma. Pero esto puede cambiar cuando llueve, porque los materiales son arrastrados por la corriente”.
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