Hace pocos días falleció el Embajador Antonio José Lucio Paredes, quien sirvió al país por más de cincuenta años en la diplomacia, desempeñó la función de Ministro de Relaciones Exteriores de 1972 a 1975 y le representó como Embajador en Bélgica, las Comunidades Europeas, Brasil, Holanda, Francia y la Unesco.
Pepe Paredes –como le llamábamos sus familiares y amigos- fue un ciudadano lleno de virtudes. Unió a su aguda inteligencia, amplia cultura, certero juicio crítico y objetiva visión de las realidades, una rara virtud: la humildad. Recibió honores y reconocimientos sin haberlos nunca buscado y los concibió como manifestaciones de generosidad ajena, que agradecía sin vanidad alguna. Fue tan severo consigo mismo como tolerante con los demás. Como Canciller, acostumbraba reunir a sus colaboradores e invitarles a opinar sobre los temas más importantes de la política internacional. Nunca menospreció una crítica ni ejerció indebidamente su autoridad para refutar retóricamente a quienes no compartían sus ideas. Comprendió a cabalidad la importancia de la prensa en una sociedad democrática y mantuvo abiertas las puertas de su oficina para recibir a los periodistas, más para escucharles que para informarles.
Pepe Paredes manejó con acierto la difícil cuestión territorial con el Perú que entonces suscitaba esporádicos y a veces graves incidentes fronterizos. Al observar que la dialéctica de enfrentamiento practicada por ambos países no había dado frutos positivos, resolvió iniciar una gestión diplomática basada en el diálogo y, para tal efecto, propició planes para crear, progresivamente, espacios de interés común. Puso énfasis en la integración andina, los derechos del mar, las cuencas hidrográficas compartidas, temas que, además de su propia importancia, fueron concebidos como caminos para facilitar el diálogo sobre la histórica controversia.
El Canciller Paredes contribuyó a la formulación de la doctrina que dio forma a la Ley Orgánica del Servicio Exterior, bajo cuya vigencia se formó una diplomacia profesional respetada dentro y fuera del país. Consideró –y lo predicó con el ejemplo- que el diplomático profesional está llamado a velar, defender y propiciar los derechos e intereses del país y no del gobierno de turno y le enseñó a distinguir lo uno de lo otro.
Pepe Paredes decía que la política internacional, para ser exitosa -además de basarse en principios y tener objetivos claros- exige la participación de todo el servicio exterior concebido como un instrumento profesional bien formado y experimentado, responsable y lleno de mística, respetuoso de valores e inspirado por una ética inmaculada.
El Ecuador ha perdido, con la muerte de Pepe Paredes, a un ilustre ciudadano. Su vida fue una lección de bondad, ética, patriotismo y humildad.