Si Correa tuviera un súperpoder sería la capacidad de proyectar ficciones encima de la realidad, de modificar aquello que es verdad. En efecto, es poderosísimo.
Como en el cuento de Andersen, El traje nuevo del emperador, la verdad oficial del reino es que el emperador está vestido con una magnífica tela, a pesar de que todos los súbditos pueden ver que en realidad el emperador está desnudo.
“El gasto eres tú”, y todo el reino tiene que repetirlo a pies juntillas, a pesar de que con nuestros ojos vimos el despilfarro de una de las pocas grandes bonanzas del país. “Hay libertad de expresión”, esa es la verdad oficial, aunque todos los súbditos vean que en la Plaza Grande no se pueden hacer grandes manifestaciones civiles de disconformidad.
Hace unos años el Emperador declaraba que el gasto público no tenía un efecto “crowding-out” sino que en realidad tenía un efecto “crowding-in”. El “crowding-out” (traducido literalmente como “expulsar a masas”, en español nos referimos al efecto desplazamiento) es un mal necesario del gasto público, al menos así lo vemos desde la izquierda. Cuando el Estado interviene como actor económico es un mastodonte que expulsa a los actores privados. Asimismo, el gasto público expulsa la inversión privada del mercado.
La derecha lo utiliza como uno de sus fundamentos para políticas de recorte de gasto. En la izquierda lo vemos como un efecto doloroso, necesario pero doloroso, por eso intentamos limitar el gasto público a aquello que sea indispensable para cumplir con mínimos de dignidad humana para los ciudadanos.
El “crowding-in” (literalmente “llamar a las masas”), es una especie de mito, algo en lo que quisieran creer quienes adoran gastar a lo loco para que se genere una burbuja irreal de bienestar a corto plazo. Consiste en decir algo así como “el gasto del gobierno inevitablemente mejora al país y eso llama a nuevos actores y a la inversión privada”.
Equivale a pensar que si hacemos que el Estado sea el gran motor de la economía (en vez de la empresa privada), eventualmente eso tendrá por consecuencia que la industria privada gane tanto peso que rebase el tamaño económico del Estado. No existen estudios que hayan comprobado fehacientemente la existencia de este efecto, y no era sorpresa que Correa no cite estudios en sus discursos. Solo declaraba rimbombantemente la nueva verdad, “¡crowding-in!”
Ustedes, ¿han visto que nuestros actores privados tiendan a suplantar en protagonismo al mastodonte público? ¿Han visto la llegada en masa de inversión privada?
“Crowding-in” era la manta con la que estuvimos vestidos los últimos 9 años. Igual que el emperador del cuento, nos gastamos todo lo que teníamos en este atuendo elegante. Ahora nos damos cuenta que nos dejaron desnudos.