El execrable asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio golpea al paÃs moralmente. El panorama nacional por el lado que se lo mire se torna más complejo: crisis en materia de seguridad, violencia, crisis de Estado, descomposición del tejido social.
El magnicidio ha dado lugar a que el paÃs redimensione la acción de las mafias del narcotráfico, y los nexos entre el negocio de la droga con los intereses de mafias locales y sus enclaves en los medios polÃticos.
El negocio de la droga tiene su explicación en el funcionamiento de la economÃa mundial: la economÃa capitalista se sustenta en el volumen de la demanda antes que en el nivel de la oferta. La realidad demuestra que la producción de bienes y servicios tiene sentido únicamente si existe la posibilidad de colocarlos en el mercado. Esta lógica operativa se cumple también para el narcotráfico. Sin embargo, la guerra contra las drogas naturales se libra en paÃses andinos y no en sus verdaderos santuarios del consumo, que se encuentran en los paÃses ricos; la explicación se puede encontrar en la necesidad de preservar los altos precios de las drogas restringiendo la oferta.
La lógica del negocio de alta rentabilidad tiene sus repercusiones en la presencia de la violencia a gran nivel en el paÃs, por el control de los mercados. Y la vacilante polÃtica nacional de eliminación del narcotráfico contribuye finalmente a la bonanza del negocio de las armas.
En el fragor de la campaña polÃtica, las denuncias enarboladas por el candidato Fernando Villavicencio tenÃan que significar un peligro para la maraña de redes que enlazan los negocios corruptos de polÃticos involucrados en actividades ilÃcitas. Con ello, nuestra singular democracia se fracturó aún más.
El Estado está institucionalmente destruido. La unidad nacional es necesaria. Más allá de las posturas polÃticas hay que comenzar a reconstruir los elementos básicos de la institucionalidad, cuyo desmantelamiento viene operando desde los gobiernos anteriores y el actual. Sus consecuencias han agravado las condiciones de vida y han dado fin a la sociedad considerada hasta hace poco tiempo como una isla de paz, pese al acoso de los problemas económicos.
La polÃtica debe ser siempre pensamiento y lucha, pues constituye la medida de las capacidades humanas para configurar un modo de vida de la sociedad.
Lamentablemente, en nuestro paÃs, la polÃtica va perdiendo su sentido como la vÃa para el despertar de una nueva conciencia, que dé sentido a la sociedad, especialmente a los muchos que se sienten explotados moral y materialmente.
Las condiciones en las que se perpetró el magnicidio son confusas, por decir lo menos, pues existen indicios muy claros de la deficiencia de la seguridad ofrecida al candidato, con errores incalificables, propios de principiantes, pese a estar a cargo de la PolicÃa Nacional.
El paÃs demanda explicaciones claras y el descubrimiento de la verdad de lo sucedido, con mucha transparencia y determinación para encontrar los móviles del asesinato y la responsabilidad de los autores intelectuales y materiales.