Domingo Sailema, de 91 años, arma con agilidad los tupus en su taller en Salasaka. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO
A sus 91 años, Domingo Sailema aún guarda fuerzas para fundir la plata, cortar el metal y moldear los tupus, orejeras (aretes), washkas (collares)… que elabora con corales y piedras preciosas.
Igualmente, fabrica los bastones de mando que usan los alcaldes y autoridades del pueblo. Desde hace 77 años es el joyero oficial del pueblo indígena Salasaka, en Tungurahua.
Usando sus herramientas rudimentarias este hombre suelda con precisión cada uno de los elementos. Estas prendas complementan la vestimenta de la mujer indígena, compuesta por un anaco negro, una blusa blanca con bordados hechos a mano, un rebozo morado y un sombrero de ala ancha blanco.
Cada una de sus creaciones está embellecida con rubíes, corales y venecianos que aún logra conseguir en la comunidad y en las joyerías de Pelileo.
Elabora figuras como la Chakana o cruz andina, el Taita Inti (Padre Sol) y las montañas, logradas en altorrelieve y gráficos elaborados con la técnica del repujado, una especie de grabados que realiza con una punta de acero.
En su taller, ubicado en la comunidad Manguiwa, del sector Cochapamba, al oriente del centro poblado, nunca falta trabajo. Las mujeres del lugar le confían la reparación de sus joyas, collares o la fabricación de nuevas.
Emplea un soplete antiguo que funciona con gasolina para fundir el metal que luego de unos minutos queda al rojo vivo. Eso facilita el moldeo de la prenda que desee crear. Golpea con un pequeño martillo sobre el acero que reposa en su mesa de trabajo.
Las joyas que elabora artesanalmente son embellecidas con piedras preciosas. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.
El metal se expande con facilidad y elabora las láminas de plata. Estas las usa en la elaboración de los bastones de mando, los aretes y otras joyas que comercializa en la comunidad o en las ferias del sábado en Pelileo. Sus modelos no son copias, sino que cada vez crea cosas vistosas y elegantes.
Cuenta que sueña y luego los moldea. La elaboración de un tupu puede tardar hasta tres días. Con la venta logra costear los gastos de la casa.
Sailema habita en una casa pequeña de paredes de adobe, techo de teja y madera. Un tronco de eucalipto es la butaca más cómoda para sentarse a trabajar desde las 09:00 hasta las 17:00 todos los días.
Este artesano está alegre porque su nieto Rodrigo, de 15 años, ayuda en la confección de estas prendas que vende entre USD 60 y 150; todo depende del diseño, del tiempo de trabajo y de los materiales que emplea en la joya.
Por ejemplo, un tupu de plata adornado con piedras preciosas puede costar hasta USD 200. “Todos mis conocimientos los estoy entregando a mi nieto, para que sea un buen artesano”, dice en kichwa.
Para Raymi Chiliquinga, investigador de la cultura Salasaka, antiguamente antes de la Colonia los distintos pueblos usaron los collares que elaboraban con concha Spondylus y metales preciosos.
Sin embargo, en Salasaka los artesanos mantuvieron la fabricación artesanal de estas prendas y Domingo Sailema aún mantiene la técnica de los antiguos artesanos. “En la antigüedad se elaboraban objetos similares a los tupus, pero más grandes y puntiagudos, que se convertían en una arma de defensa para la mujer”.