Las tradiciones de Imantag se fomentan

Sisa Huaicu, en una reciente presentación en Antonio Ante. Cortesía Jairo Liquinchano

El trabajo comunitario, mejor conocido como minga para la siembra y la cosecha del trigo, es la actividad más importante para el pueblo kichwa Imantag, de Cotacachi, Imbabura.
Es por eso que ese esfuerzo conjunto, que aún sobrevive en varias comunidades, inspiró los trabajos de danza y teatro del grupo Sisa Huaicu (Flor de la Quebrada, en español).
Desde hace 27 años, entre disoluciones momentáneas y reencuentros, este colectivo rescata y muestra la riqueza de este pueblo indígena. Así explica Lucía Liquinchano, integrante del grupo cultural y vicepresidenta de la Junta Parroquial de Imantag.
Para mañana tienen prevista una presentación en un festival de música y danza en la vecina parroquia de San Antonio de Ibarra. Es por ello que sus 20 integrantes, entre niños, jóvenes y adultos, realizaron ensayos la última semana.
Las puestas en escena son todo un espectáculo, pues recrean detalles mínimos de la minga como la convocatoria, la repartición del trabajo, los alimentos y las bebidas que acompañarán la jornada.
Para la cultura Imantag, las faenas agrícolas son guiadas por las madres Luna y Tierra, consideradas símbolos de fertilidad.
Para los indígenas, la minga es una verdadera fiesta. Este espectáculo es el resultado de una investigación de varios años que realizaron Amparo Pabón y Elena Trujillo (+). Aunque no son antropólogas, levantaron la información realizando múltiples entrevistas, hablando en español y en kichwa, a adultos mayores a los que se les considera los guardianes de la cultura.
La vestimenta también es parte de la recuperación de los saberes. Las mujeres de Imantag usan anacos de colores claros, blusas blancas y bordadas con hilos en tonos vivos, con las que representan a las flores silvestres.
El traje de los hombres consiste en un pantalón corto, conocido como waramuchu, una camisa larga blanca con el cuello abierto hasta el pecho. Hombres y mujeres usan sombreros de ala ancha, de tono naranja, elaborados con lana.
En los dos últimos años hubo un cambio generacional. Se incorporaron niños y jóvenes. Ellos llegaron con nuevas dinámicas e ideas, explica Vivian Liquinchano, otra de las bailarinas.
También trajeron propuestas. Una de ellas es la representación del Inti Raymi o Fiesta del Sol.
El espectáculo tiene como particularidad un zapateo diferente al de otras parcialidades indígenas de la Sierra Norte. Para darle mayor fuerza, los hombres utilizan botas, que retumban cuando bailotean.