María Tejada en la sala de su casa, ubicada en el barrio La Floresta. Un espacio habitado por las decenas de figuras de legos creadas por su hijo de nueve años. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
El final de un año y el comienzo de otro, por lo general, viene acompañado de una larga lista de buenas intenciones que buscan propiciar cambios y renovaciones en la vida de las personas. En este contexto, la cantante ecuatoriana María Tejada, una mujer que se ha enfrentado a un carrusel de constantes cambios a lo largo de su vida, reflexiona sobre la necesidad de la renovación y su importancia en la vida contemporánea.
¿En qué piensa cuando escucha la palabra renovación?
Pienso en la posibilidad de un cambio positivo. Un cambio al que siempre estamos abocados porque somos seres que vivimos en continuo movimiento. Pienso en que la música es un ejemplo de esa necesidad de cambio, porque siempre evoluciona con el paso del tiempo y de las generaciones. Estoy convencida de que, al igual que la música y el arte, en general, las personas necesitan renovarse de forma constante.
¿Cree que en el pasado esta idea de renovarse era parte de un ejercicio más reflexivo?
Creo que sí, porque ahora el mundo va demasiado rápido. Estamos saturados de información y no hay tiempo para el silencio y la introspección. La tecnología ha invadido tanto nuestras vidas que los espacios para meditar y reflexionar se han vuelto más escasos. Por eso ahora hay tanta demanda de gente que busca hacer yoga o realizar cursos de meditación. Una de las razones por las que no hago música demasiado saturada de sonidos es porque busco que tenga más espacios y silencios. Creo que vivimos en un mundo lleno de cacofonías y polución.
¿Qué es lo esencial en este ejercicio de renovación?
Lo esencial para mí es la conciencia y la fuerza de voluntad para perder el miedo.
¿Qué tan complejo es asumir este ejercicio de renovación cuando la sociedad exige cambios cada vez más inmediatos?
Provoca más retos porque es claro que el ambiente en el que vivimos es más complejo en comparación al que tenían nuestros padres o abuelos. Es por eso que para nosotros tiene que ser importante el tema de la conciencia. Ser conscientes de nuestra vida nos ayuda a renovarnos. Una de las actividades que activa esa conciencia es la lectura y el problema es que ya no estamos leyendo.
¿Renovarse es una forma de tener los pies en el suelo y dejar de ser tan etéreos?
Más bien creo que es al revés. Pienso que renovarse demanda que uno esté en un estado de conciencia más espiritual. Actividades como las artes, la lectura, el silencio o el contacto con la naturaleza ayudan a que esta conciencia esté más presente. Esta idea de renovarse para mí es más una demanda del alma que hace que después pongas en consideración las cosas de la tierra, las cosas más físicas que tienes que cambiar para lograr lo que necesitas como persona. En la renovación como algo terrenal me importa el tema de la alimentación porque somos una sociedad que se alimenta muy mal.
¿Es suficiente tener una buena actitud para lograr renovarse?
Pienso que también debe existir una gran fuerza de voluntad y no tenerle miedo al cambio. Si tú estás aferrado a algo simplemente no te mueves. Cuando salí del país y me fui a vivir a Francia tuve que cambiar todo. La gente que viaja, de forma constante, queda vacunada de ese miedo al cambio. Para iniciar un ejercicio de renovación es importante soltar y no aferrarse a las cosas.
¿La renovación espiritual es la más complicada?
Definitivamente sí, porque eso implica cambios en cosas que nos vienen afectando desde la infancia. Nosotros somos personas que hemos sido formateadas, querámoslo o no, desde que éramos niños. Pienso, por ejemplo, que en relación a las depresiones o las enfermedades es fácil tomarse una pastilla y esperar que el químico actúe. Lo complicado es hacer toda una introspección y ver lo que está mal en la vida. Ver lo que estoy arrastrando desde que era pequeña y que me está afectando. He visto personas que creen que solo con las pastillas van a estar mejor y no cambian sus hábitos y las cosas tóxicas de su vida, y también he visto a otras personas que a través de la enfermedad han logrado renovarse de manera espiritual.
¿En ese contexto no puede existir una confusión entre lo espiritual y lo religioso?
Lastimosamente hay personas que no se renuevan porque se dejan llevar por ideas como que Diosito no ha de querer que yo haga eso. No soy partidaria de ese tipo de pensamientos porque no ayudan a que busquemos nuestra propia espiritualidad y nos renovemos. La religión sigue creando espejismos y aferrando a las personas a cosas que necesitan cambiar.
¿Puede pensar en algo negativo sobre la renovación?
Si la renovación se hace para estar menos feliz, más frustrado y más deprimido, no sirve de nada propiciar esos cambios. En general, para mí la renovación es algo positivo. Es un sinónimo de regenerarse.
Hace unas semanas Mateo Kingman lanzó una canción que lleva por título Religar y que alude a la necesidad de cambio, ¿cómo la música puede convertirse en una herramienta para la renovación?
La música y cualquier tipo de arte, la cocina, el tejido, los mandalas y el deporte sirven para propiciar la renovación. Cada una de estas actividades hace que uno siempre esté reciclando y que no sujete tensiones y emociones, sino más bien que estas salgan y circulen, para que uno pueda desintoxicarse y limpiarse. En Navidad fuimos a varias escuelas a dar conciertos y me sorprendió que las maestras nos agradecieran porque decían que la mayoría de sus estudiantes nunca han ido a una función de teatro o a un concierto. Pienso que el arte y el deporte son vitales para generar cambios. La cocina también porque es una actividad donde siempre estás reciclando tu energía.
¿El uso excesivo de las redes sociales está trastocando la capacidad para renovarse?
Pienso que más que trastocar nuestra capacidad para renovarnos están cambiando nuestra vida. La gente mira más a una pantalla que a los ojos de las personas. Ya no hay tiempo para el silencio y eso hace que la gente no pueda respirar, y si no respiras no te puedes renovar.
¿Qué pasa con la renovación y esta idea que hay en el mundo andino de la vida cíclica?
Pienso que podemos renovarnos de manera indefinida a lo largo de nuestra vida. Me parece que hay que tener conciencia en todo lo que se camina a lo largo de esos ciclos, porque eso es lo que vale la pena a la final, no el inicio o el término de algo. El fin e inicio del año para muchas culturas ha significado la época propicia para la renovación pero pienso en el cambio de las estaciones y en las posibilidades de renovación que llegan con ellas.
Una de las canciones más famosas de Mercedes Sosa se titula Todo Cambia, ¿qué cosas no deberían cambiar o renovarse?
Hay cosas que para mí nunca se renuevan sino que crecen o evolucionan como el amor de una madre o de un padre o el amor que sientes por una persona entrañable que es muy cercana a uno.
¿Qué compromisos deberíamos renovar como sociedad?
El compromiso de ayudarnos entre nosotros y de cuidar a nuestros hijos. Hay que renovar la unión para darles un futuro más luminoso. Ese debería ser nuestro primer gran compromiso. Lastimosamente los políticos y los gobernantes no tienen esa conciencia y eso ha colaborado para que nos volvamos extremadamente egoístas.
¿Se le ocurre alguna estrategia para que sea más fácil iniciar con este ejercicio de renovación?
Pienso que hay que darse espacios para uno mismo. Espacios de silencio y de placer donde se pueda cuestionar lo que se está haciendo, espacios que permitan generar un entorno más positivo a cada uno.
María Tejada
Nació en Quito, en 1976. Estudió Marketing en la Universidad San Francisco de Quito, donde se graduó con el honor magna cum laude por excelencia académica. Vivió en Francia durante 10 años. Allí afianzó su carrera como artista. Entre sus producciones musicales destaca ‘Fábula’ (2006), ‘Una vez’ (2009), ‘De alma y Canciones de bruma’ (2016). Es profesora de canto.