Los niños y adolescentes volverán a las aulas luego de dos años de pandemia. Los nervios hacen presa de los menores y pueden desencadenar en problemas de salud mental.
Los padres de familia ya se adelantan y consultan con especialistas para ayudar a los más pequeños. Es el caso de Adriana Rengifo de 34 años. Es madre de una pequeña de seis años que irá por primera vez a un salón de clases.
“Desde que fuimos a conocer la escuela empezó a hacer preguntas de manera insistente y se notaba nerviosa”, cuenta. Eso la motivó a buscar ayuda de un psicólogo infantil para que el retorno a la presencialidad no sea una experiencia traumática.
De acuerdo con la psicóloga Francisca Barros, las habilidades sociales son las más afectadas en los menores que han pasado la pandemia fuera de las instituciones educativas. Uno de los problemas psicológicos que pueden presentar es la ansiedad social.
“La inestabilidad es lo que más afecta a los niños y adolescentes”, recalca. El proceso educativo ha estado en un vaivén de clases en línea y presenciales con mascarilla que generan un conflicto en los menores.
Esa es la principal preocupación de Adela Sanmartín que tiene dos varones de 12 y ocho años. En el caso del mayor la pandemia lo encontró como un niño en la primaria.
Ahora va a su primer año de colegio y se muestra ansioso por la interacción con compañeros que no conoce. “Ha querido aprender karate, ajedrez y fútbol antes de volver. No acabó ninguno”, lamenta.
Cuando los llevó a la psicóloga familiar descubrió que ambos estaban presentando cuadros de ansiedad. Con la terapia se han relajado y ahora los ve más preparados para asumir nuevamente la vida normal.
Daniela Castillo, fundadora de la Fundación Ayúdame a Sanar, explica que es importante atender a los niños y adolescentes.
El proyecto atiende de manera permanente a través de terapias presenciales y virtuales para todo público. Los costos pueden variar de acuerdo con la capacidad de pago de cada paciente.
Barros recalca que hay que identificar factores de cambio en los menores para prestarles atención médica oportuna. Entre ellos destaca:
- Aumento o disminución del apetito
- Dormir mucho o muy poco
- Cambios de humor
- Bajas calificaciones
- Cualquier cambio en la conducta habitual
“Para ellos es difícil adaptarse al cambio constante”, añade la psicóloga. Para ello recomienda a los padres mantenerse alerta y priorizar las actividades en familia.
Debe ser un tiempo de calidad donde se dejen por fuera los dispositivos tecnológicos y se priorice la atención a las emociones de los pequeños. El choque con la nueva normalidad provocará en los menores un cambio drástico de su comportamiento que debe ser supervisado por un adulto.
Castillo plantea la necesidad de escuchar a niños y adolescentes en sus emociones y problemas. “Antes de la pandemia ya había problemas”, aclara. Ahora es necesario cuidar y desarrollar las capacidades que se han perdido.
Ambas coinciden en la necesidad de acudir a terapia en familia. Además, crear un entorno amoroso y de confianza para todos los miembros.