El presente y el pasado están ligados a través de un hilo fino que llamamos memoria. En ese constante vaivén por la experiencia personal que sostiene cada hilo, es posible que muchas veces se enrede entre nudos que originan olvidos o despiertan recuerdos atados a sensaciones diversas. Es un hilo que nunca se romperá.
Mi hilo personal comenzó a conectarse con el contexto desolador de los campos de concentración en la II Guerra Mundial, desde el viaje hacia Auschwitz, cuando vi que una estrella judía colgaba en el retrovisor del conductor y resplandecía en la ruta.
Mi memoria hizo enseguida un nudo con esa evocación colectiva de un pueblo que acarrea incontables enredos entretejidos por la melancolía, el anhelo permanente de justicia y la necesidad de no olvidar para evitar que algo similar se repita.
Aunque este holocausto dejó tristes ataduras irreversibles en la memoria universal, esos hilos que vinculan pasado y presente pueden también tejer sentimientos de esperanza y paz para que no se repitan episodios similares en la historia.
En el campo de concentración prevalece el silencio. El escenario se mantiene intacto más de 70 años. Foto: Andrés Reinoso Morales
El tren es símbolo del desarraigo que sufrieron judíos, gitanos, homosexuales y los discriminados. Foto: Andrés Reinoso Morales
En los interiores de Auschwitz se conserva la vestimenta con la que identificaban a los prisioneros. Foto: Andrés Reinoso Morales
Zapatos y botas de prisioneros guardan las historias de sus dueños en el deterioro que acumulan. Foto: Andrés Reinoso Morales
El camino de la historia no se detiene, pero tiene estaciones donde es necesario detenerse a reflexionar. Foto: Andrés Reinoso Morales