Al estudiar la independencia de nuestro país y, más ampliamente de toda América Latina, pensamos en las figuras de los libertadores, en las batallas y la guerra de lo que llamamos “tiempo heroico”, que transcurrió en las tres primeras décadas del siglo XIX. El derrumbe del antiguo régimen en Europa y América, la crisis de las monarquías ibéricas, la invasión napoleónica a la península, las consecuencias de la Revolución Francesa y la de la Independencia de Estados Unidos se ven como el marco externo del proceso.
Con el tiempo se ha afianzado la interpretación de que las independencias no pueden circunscribirse a las fronteras de los actuales estados. Fueron parte de una realidad continental, que se dio en medio de la gestación y auge de un sistema mundial articulado principalmente por Gran Bretaña, motor del capitalismo en ascenso. Últimamente hemos puesto más interés en la participación de las mujeres, indígenas y negros, de la plebe urbana y el campesinado.
Aunque se ha hablado mucho de estos temas, no se han comparado nuestras independencias con la descolonización que, siglo y medio después, siguió a la Segunda Guerra Mundial y condujo a la independencia de gran cantidad de países de Asia, África y el Caribe. No hemos puesto frente a frente a Simón Bolívar con Mahatma Ghandi o Antonio José de Sucre con Jomo Kenyatta. Aún más, ambos procesos se han visto en la relación centro-periferia y no en perspectiva sur-sur.
Esos dos acontecimientos que marcaron el ocaso del colonialismo en la tierra y cambiaron radicalmente la geopolítica, vistos en forma comparativa nos permitirán comprender cómo la acción de los pueblos, con sus líderes a la cabeza, configuró el mundo actual.
Independencias latinoamericanas
En América Latina, especialmente en Suramérica, las independencias se iniciaron con la formación de juntas de autogobierno a fines de la primera década del siglo XIX. Al principio fueron derrotadas, pero eso radicalizó a los patriotas, que articularon un esfuerzo desde varios ámbitos territoriales, que derrotó a las fuerzas españolas en 1824.
Las independencias americanas, salvo excepciones, como la mexicana de 1810, comenzaron con pronunciamientos de las élites. Algunos grupos populares urbanos apoyaron y, con el tiempo, se fueron incorporando otros sectores sociales y se integraron varios espacios coloniales. Esa fue la clave del triunfo final. Y es que nuestro continente, entonces como ahora, era un espacio de grandes diversidades étnicas, culturales y regionales. Simón Bolívar destacó esta realidad, cuando dijo “somos un pequeño género humano”.
Las independencias se consideran actos fundacionales de los países, que en sus imaginarios nacionales y valores cívicos se proyectan al presente. Sus fechas son fiestas, sus símbolos, banderas, himnos hacen referencia a la gesta. Instituciones como ejércitos, cortes de justicia y universidades, justifican sus orígenes independentistas. También se las ve como justificativo para la integración.
La descolonización de la posguerra
En Asia, África y el Caribe hubo posturas y actos anticoloniales desde el siglo XIX, pero solo luego de la II Guerra Mundial culminaron con un masivo proceso de creación de nuevos países independientes. La India, “joya del Imperio Británico”, se independizó en 1947, a precio de la “partición”. Indochina abandonó violentamente el Imperio Francés.
En el Medio Oriente concluyeron los “mandatos” europeos y se redefinió la geopolítica regional con la emergencia de los nacionalismos árabes.
En África Subahariana, las élites locales negras lograron independencias negociadas. Pero en Sudáfrica y Rohodesia (Zimbawe) las minorías blancas declararon independencias unilaterales para mantener la discriminación de las mayorías negras. Se postergó el ‘majority rule’. Las colonias portuguesas se independizaron después soportando sangrientas guerras postcoloniales.
Los nuevos países surgidos de la descolonización tuvieron dificultades para unificarse, construir sistemas democráticos y superar la extrema pobreza. Sobre todo, en África, la independencia no cambió la situación social de las mayorías y buena parte de los líderes terminaron siendo dictadores.
La descolonización de los países de Asia, África y el Caribe se dio en medio de un escenario mundial dominado por la “Guerra Fría” desatada entre grandes bloques liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética.
Una visión comparativa
Una consecuencia fundamental de las independencias de Latinoamérica fue su inserción en el sistema mundial emergente. Una de las consecuencias más visibles de las independencias de los países de Asia, África y el Caribe fue que se consolidó el “Tercer Mundo”. En los dos procesos hubo similitudes y diferencias. Ambos fueron anti coloniales, generaron nuevas realidades y visiones nacionales de las regiones y el mundo. Fueron fundamentalmente transformaciones políticas, pero desataron o aceleraron algunos cambios sociales, económicos y culturales.
Las independencias latinoamericanas y la descolonización en Asia, África y el Caribe se dieron con movilizaciones populares, pero luego del triunfo se priorizó la mantención del orden y las políticas desmovilizadoras. Se invocó a las independencias como actos fundacionales, pero se combatió su mensaje y contenido insurgente. También en ambos casos, la ruptura de los lazos coloniales no significó la superación de la dependencia y se instaló con fuerza el neocolonialismo.
Los dos procesos tuvieron como actores a los pueblos, pero sus figuras individuales se volvieron referentes de las luchas y de los imaginarios de los países. Algunos, como Bolívar, Ghandi o Lumumba, se convirtieron en íconos internacionales. Otra realidad común fue que generaron identidades amplias, como la pertenencia a Latinoamérica, la Unidad Africana o lo que se llamó el “Mundo árabe”.
Las grandes diferencias
Los dos procesos se dieron en momentos distintos, por ello hay diferencias. A inicios del siglo XIX, por ejemplo, la mantención de la esclavitud fue determinante. En la segunda mitad del XX ya no la había, pero la subordinación de los trabajadores de los nuevos países al gran capital pervivió.
Una notoria diferencia es que para las independencias del siglo XIX medió la guerra y las del siglo XX se dieron con luchas anticoloniales que desembocaron en transiciones negociadas, pero hubo excepciones. En la independencia brasileña no hubo guerra. En África hubo varios conflictos armados, como el argelino, y en Indochina se dio una guerra durísima. En el Caribe, fue pacífica, pero la dependencia económica se mantuvo.
Las independencias latinoamericanas fueron lideradas por criollos descendientes de colonizadores y por mestizos que terminaron siendo mayorías. Las independencias asiáticas, africanas y caribeñas, en cambio, fueron conducidas por sectores, digamos “originarios”, que separaron a los europeos del poder político.
La emancipación latinoamericana se dio cuando no había organización de la comunidad internacional. La fundación de nuevos países en el siglo XX, en cambio, se produjo cuando ya existía la ONU, cuyo aporte para su inserción en el sistema mundial fue importante.
Este tema casi inédito se trata en el libro ‘De colonias a estados nacionales, Independencias en América y el mundo en los siglos XIX y XX’, publicado en Argentina por la editorial Corregidor y la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. La obra compara los procesos independentistas latinoamericanos de inicios del siglo XIX, con los de descolonización en Asia, África y el Caribe de la segunda mitad del siglo XX. La obra llena un vacío académico, contribuyendo al diálogo y a la cooperación sur-sur para superar el neocolonialismo.
*Historiador, profesor de Historia de América Latina, presidente del Colegio de América Sede Latinoamericana