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Construcción del culto a la nación

‘El culto a la nación’ es una coedición del Fondo de Cultura Económica filial Ecuador y la Universidad Andina Simón Bolívar. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

‘El culto a la nación’ es una coedición del Fondo de Cultura Económica filial Ecuador y la Universidad Andina Simón Bolívar. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

‘El culto a la nación’ es una coedición del Fondo de Cultura Económica filial Ecuador y la Universidad Andina Simón Bolívar. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Es más importante entender que recordar, aunque para entender sea preciso, también, recordar. Las palabras de la crítica y ensayista argentina Beatriz Sarlo, una evocación al pensamiento de Susan Sontag sobre el valor de la memoria, pueden funcionar como hoja de ruta para adentrarse en la lectura de ‘El culto a la nación. Escritura de la historia y rituales de la memoria en Ecuador, 1870-1950’, el nuevo libro del historiador ecuatoriano Guillermo Bustos.

En esta obra -la primera publicación de la filial ecuatoriana de la editorial Fondo de Cultura Económica-, Bustos ofrece una perspectiva de cómo se elaboró y recordó el pasado de la nación en el país, entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Lo hace a través del estudio de varios relatos históricos, rituales cívicos y discursos sobre la patria y el patriotismo.

Para entender la dinámica entre estos tres objetos de estudio hay un acontecimiento que Bustos menciona y que en cuatro años cumplirá su bicentenario: la Batalla de Pichincha. Sobre el aniversario de 1922 observa que relatos, rituales y discursos “formaron parte de una construcción social y cultural” que recurrió al conocimiento histórico disponible para organizar “una liturgia cívica en la esfera pública”, que apeló al sentimiento social e individual de amor y lealtad a la patria. “Un recurso moral -dice- que se presenta con aire incuestionable”.

La expresión ‘liturgia cívica’ que lanza Bustos no es antojadiza. Como explica en los primeros capítulos del libro, a finales del siglo XIX el templo católico dejó de ocupar la centralidad indiscutida de la que había gozado en siglos pasados. Por eso, en la celebración del centenario de la Batalla de Pichincha, los discursos alrededor de la nación involucraron a varios sectores sociales, entre ellos instituciones municipales y de Gobierno, medios de comunicación y la Academia de Historia.

Conmemoraciones como la del centenario de la Batalla de Pichincha, a la que se suman otras más antiguas como la ceremonia de la inauguración de la estatua al mariscal Antonio José de Sucre que se realizó en Quito, 1892, se convirtieron, según Bustos, en ejercicios colectivos de montaje de una memoria pública de la nación ecuatoriana.

El autor muestra que a través de estas conmemoraciones masivas, los ecuatorianos fueron guardando en su memoria determinadas representaciones del pasado y olvidando otras. Una de las que más se exaltó fue la memoria de “los que nos dieron patria” en oposición a la de los “parias del Ecuador”, los indígenas.

Uno de esos acontecimientos que se fueron borrando de la memoria de los ecuatorianos fue el ajusticiamiento de Atahualpa. Bustos cuenta que su cuarto centenario pasó en medio de “una indiferencia fría y silenciosa” por parte de los poderes públicos. Lo que sí sucedió es que desde diversos sectores indígenas se realizaron varios reclamos.

Uno de ellos fue protagonizado por la Sociedad de Albañiles de Quito, que se propuso levantar un monumento al inca Atahualpa. Después de algunos cabildeos, el Municipio de Quito, en agosto de 1933, expidió la autorización para que el monumento se construyera en la cima del Panecillo.

Bustos recuerda, en uno de los capítulos, que durante el acto de colocación de la primera piedra, José Gabriel Collahuazo, presidente de los albañiles, interpeló a la audiencia señalando que “un silencio de sepulcro y polvo del olvido de cuatro centurias” acompañaban a la memoria de Atahualpa.

“Esta manera de practicar el culto a la nación -dice- legitimaba y diseminaba una visión eminentemente patriarcal del ejercicio de la agencia histórica y ocultaba y dejaba en la penumbra la agencia histórica de los subalternos como mujeres, indios y negros”.

Otro de los conceptos a los que Bustos hace referencia a lo largo de este libro es el de patria. En el apartado ‘El amor patriae’ cuenta que en el Ecuador el patriotismo en la época republicana se convirtió en una religión cívica. “Generó toda una liturgia con sus símbolos, ceremonias, objetos de culto y conmemoraciones que penetraron en el pensamiento y en el sentimiento de la gente de una manera eficaz. Tanto en el versión católica como en la laica”.

Como sucedió en el país, durante la última década, la idea de patriotismo entre1870 y 1950 tuvo gran vigencia y demandaba la máxima lealtad posible. La frase que resumía este amor patrio era ‘pro patria mori’ (morir por la patria). En ‘El culto a la nación’ Bustos se propone cuestionar esa tradición historiográfica y patriótica. A modo de sentencia, el autor señala que el legado de la historia patria nos alcanza en el presente “porque todavía, y no en poca medida, deambulamos en la estructura intelectual que tan exitosamente se construyó”.

Guillermo Bustos

El autor de esta publicación tiene un PhD en Historia por la University of Michigan, Ann Arbor. Es máster en Historia por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede Ecuador y Licenciado en Historia, por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito. Trabaja como docente en la Universidad Andina Simón Bolívar. Fue coordinador del Programa de Doctorado en Historia Latinoamericana, en el 2014.