La figura de la madre en seis libros

Las visiones literarias de la maternidad van de la exaltación hasta el retrato de mujeres imperfectas

Es un arranque de novela evocador: “Vuelven hoy a mi memoria, madre, la señal de bermellón que marcaba la raya de tu cabellera, el sari que usabas, con su ancho galón rojo, y tus ojos, tan bellos, tan profundos, tan apacibles. Ellos iluminaron para mí el viaje de la vida, como el primer resplandor de la aurora, y me proporcionaron un viático de oro a lo largo de todo mi camino”.
La exaltación de la figura materna es un tema tangencial de la novela ‘La casa y el mundo’, del premio Nobel de Literatura hindú Rabindranath Tagore, en una historia que oscila entre el elogio inicial a la vida familiar y al amor conyugal, que se torna en triángulo amoroso.
Todo en un momento de cambio y de convulsión política del movimiento de independencia Swadeshi, con su propuesta de autosuficiencia respecto al Imperio Británico, que convirtió en su lema el Bande Mataram (¡Salve, Madre!), un saludo a la nación india que encarna la figura femenina de la Madre Tierra.
Este un ejemplo de los modos en los que la figura materna encuentra formas de atravesar las novelas. Desde la Úrsula de ‘Cien años de soledad’, matriarca fundadora de Macondo en la obra del colombiano Gabriel García Márquez; a la Clara del Valle, clarividente y parasicóloga, rara vez solícita en las tareas del hogar, de ‘La casa de los espíritus’, de la chilena Isabel Allende.
Llorar a la madre es llorar la infancia. El hombre quiere su infancia, quiere recobrarla, y si ama más a su madre conforme avanza en edad es porque su madre es su infancia”, escribe Albert Cohen en ‘El libro de mi madre’ (2007). El autor suizo parte de un sentimiento de culpabilidad por la poca atención que prestó a su progenitora, fallecida en la soledad de la Francia ocupada por los nazis, mientras él estaba en Londres.
El marroquí Tahar Ben Jelloun rinde un tributo emocional a la autora de sus días, aquejada de Alzheimer, en ‘Mi madre’ (2009). Un acto de amor similar emprende Richard Ford en un volumen del mismo título publicado en 2010.
Las visiones literarias de la madre no solo se circunscriben a la exaltación de su figura o la maternidad propiamente dicha. Tampoco son siempre mujeres santas y perfectas las que protagonizan estos libros de ficción y no ficción.
En su dramaturgia, Federico García Lorca plasmó el fanatismo religioso, el exagerado luto y el encierro al que Bernarda somete a sus hijas en ‘La casa de Bernarda Alba’. La represión de la mujer por la mujer terminará en una tragedia de resonancias shakespeareanas.
Se puede citar también en la dramaturgia del propio William Shakespeare, a Gertrudis la madre de ‘Hamlet’, que parece la causante de todos los males del Príncipe de Dinamarca, que la culpa de permitir la muerte del padre y de casarse con el asesino: su cuñado.
Otra arista la constituyen las escritoras que narran experiencias autobiográficas y todo el dolor que puede traer consigo la experiencia de la muerte de un hijo. La propia Allende narra su experiencia de madre afligida por la muerte de su hija ‘Paula’ (28 años), que tras un accidente entra en estado de coma. En otra novela autobiográfica, ‘Lo que no tiene nombre’, la colombiana Piedad Bonett ha trazado un relato estremecedor sobre el suicidio de su hijo Daniel, artista plástico de 28 años, diagnosticado con esquizofrenia y quien saltó desde el techo del quinto piso de su residencia universitaria en Nueva York.