La Universidad de Guayaquil administra el bosque húmedo tropical de Jauneche. Foto: Mario Faustos / El Comercio
Los gritos del mono aullador y el aleteo de las cigarras se combina con el ritmo del acordeón de un vallenato, en el sendero de ingreso del bosque protector Pedro Franco Dávila, en el recinto Jauneche, de Palenque, en Los Ríos.
La cercanía del recinto con el bosque genera un contraste entre la cotidianidad de los pobladores y el estado natural de la flora y fauna locales. La música que suena en los equipos de sonido no altera a los animales, que se mantienen tranquilos en su hábitat.
El sitio, que es administrado por la Universidad de Guayaquil, cuenta con 138 hectáreas de bosque tropical y pantanos que permiten la conservación de especies endémicas, nativas e introducidas.
José Bonifaz es el biólogo encargado de administrar la reserva, es guayaquileño y desde el 2011 trabaja en el sitio. Es uno de los guías que conoce cada sendero y rincón del bosque, aprendió de memoria los caminos y los nombres de las especies que resguarda.
“Cuando uno tiene un bosque protector, debe dejar un área de amortiguamiento (lejos de la población) de 50 hasta 100 metros dependiendo del estado del área. Nosotros estamos a tres metros del pueblo”, resume Bonifaz mientras señala la escuela que se edificó junto al sendero de ingreso.
Ardillas, serpientes, guatusas, guantas, armadillos, osos hormigueros, tigrillos y perezosos son algunos de los animales que rondan el bosque. Sin embargo, el mono aullador es la especie insignia, su llamado característico matiza las caminatas por los senderos.
Este primate, que se alimenta principalmente de hojas, es el animal terrestre más ruidoso de América. Su grito es un sonido gutural (originado en la garganta) de baja frecuencia, que se escucha a 5 km, a través de la densa vegetación.
“Los martes en la mañana los monos llegan al ingreso del bosque y se quedan hasta la tarde, la música no los altera, ya están acostumbrados”, contó Bonifaz mientras se abría camino entre la vegetación.
Pedro Franco Dávila cuenta con el nombramiento de Bosque Protector desde 1987, tras las gestiones realizadas por la universidad. Las hectáreas fueron donadas por Miguel Aspiazu en 1963, tras una reforma agraria nacional que se decretó durante la presidencia de Camilo Ponce Enríquez.
Aspiazu era dueño de gran parte de Palenque. Fue él quien lotizó el sector y fundó el recinto Jauneche, palabra de origen vasco que significa ‘Casita de Dios’. Desde su fundación, el recinto tuvo una apegada relación con el bosque.
Los pobladores, montuvios, utilizaron los recursos para facilitar sus actividades. Lavaban la ropa con la espuma que se genera al frotar la semilla del árbol jaboncillo con el agua, además de aprovechar las cualidades medicinales de la piñuela, palo de ajo y otros.
Esta última planta también funcionaba como insecticida, debido a su potente olor a ajo. Los campesinos la usaban para fumigar las plantaciones de maíz y cacao.
Además de Bonifaz, el lugar es custodiado por David Anchundia y Christian Castro, que son oriundos de Jauneche. Ellos conocen la historia del bosque y las leyendas que este inspiró en la comunidad.
Una de ellas es la del ‘Salvaje’, un híbrido entre hombre y bestia que, según cuentan los pobladores, raptaba a mujeres para procrear. Otra es la de las sirenas, que a las 17:30 llaman a los hombres al sector del pantano.