Leonardo Valencia presentó su libro ‘La Escalera de Bramante’ en el Maac de Guayaquil. Foto: EL COMERCIO
Recordar el espíritu de un amigo, abrazar a los dos continentes en los que ha vivido (Europa y América Latina) e interpelar a una vieja pasión por la pintura fueron los intereses de los que partió el escritor ecuatoriano Leonardo Valencia al momento de escribir su más reciente novela, ‘La escalera de Bramante’ (2019, Seix Barral).
El autor presentó el libro de 640 páginas la noche de este miércoles 12 de junio del 2019 en su natal Guayaquil, en el marco del programa ‘A vuelo de página’ del Maac, en una charla con la periodista Clara Medina y el crítico literario Wilfrido Corral.
Medina advirtió que se trata de una novela con diversas historias, y personajes que se reparten el protagonismo, al punto que “cada capítulo podría funcionar como una novela” dentro de ese libro voluminoso.
El libro sigue, por ejemplo, la historia subversiva de Laura, que escapa de su entorno familiar para iniciar una vida de pesadilla entre Colombia, Ecuador y la selva amazónica; o la de Landor, un artista al que le quedan pocos años de vida para concluir su gran ciclo de pinturas, con el que retorna a su infancia destruida en la II Guerra Mundial.
Valencia dijo que es una novela de pasiones, con cuatro historias de amor, un libro que le tomó ocho años escribir –tres más que sus otras novelas- y que trascurre entre Francia, España, Colombia y Ecuador, con Quito como escenario principal
El autor, quien vivió 25 años en Europa y reside ahora en Quito, es profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar. Él leyó un pasaje de un viaje en barco entre Guayaquil y la isla Puná, parte del cierre de la novela.
“También es una novela sobre la amistad. Y tiene que ver con Guayaquil, con uno de mis amigos más queridos, que murió hace algunos años, Erwin Buendía, con el que conversábamos largamente cuando venía a la ciudad. Volver a Guayaquil era charlar con él y dos amigos más, solo me queda uno”, refirió el autor.
En la novela, los dos amigos, Álvaro y Raúl, mantienen una gran conversación mientras uno de ellos se va a apagando. ‘Raulito’ Coloma sufre del síndrome de Korsakoff a causa del consumo crónico de alcohol y va perdiendo la memoria. En esa conversación, con “un registro coloquial muy ecuatoriano”, entra luego un nuevo interlocutor…
Tanto las vanguardias artísticas como los movimientos políticos revolucionarios-subversivos del siglo XX tenían en común una visión absolutista, con lo que el libro también aporta una visión crítica sobre los fanatismos y fundamentalismos, apunto el novelista, doctor en literatura comparada por la Universidad Autónoma de Barcelona.
“La pintura es la visión esencial que tenemos del mundo, las primeras imágenes de representación del mundo son las pinturas, cuando uno ve una gran pintura vuelve a la realidad con una sensibilidad que nos ilumina”, explicó Valencia, que se dijo un pintor frustrado y fue elegido en 2007 por el Hay Festival de Bogotá 39 como uno de los escritores más destacados de América Latina.
“Escribo a partir de imágenes que están obsesionándome y, de alguna manera, lo que quiero es contar la historia de ese cuadro, hay un cuadro íntimo que quiero contar”, añadió el autor del libro de cuentos ‘La luna nómada’ (1995).
El peligro de las “cuotas literarias”
Sobre el auge de la literatura femenina ecuatoriana y la atención mediática que ha recaído en los últimos meses sobre escritoras guayaquileñas, Valencia celebró el fenómeno de difusión, pero dijo que hay una tendencia global a rescatar la mirada femenina, auque no necesariamente se pondera a los trabajos más arriesgados.
“Se están buscando cuotas y eso es peligroso. Se está buscando enfáticamente cuotas de escritoras, autoras peruanas, chilenas…. Me parece bien como fenómeno de difusión, eso con el tiempo se decantará y se empezará a matizar quien está haciendo un trabajo relevante. Tampoco se les haría mucho favor colocarlas a todas en un solo costal”.
Cuestionado por el tema, reconoció “que publicar en España no es garantía de éxito y hay que reconocer el talento de escritoras como Mónica Ojeda”, aunque dijo que las escritoras ecuatorianas llevan mucho tiempo produciendo obras de calidad y mencionó nombres como Sonia Manzano, Lupe Rumazo o Sandra Araya.
Las cuotas son peligrosas porque también las hubo en el pasado, como en tiempos de realismo social con autores que eran muy poco interesantes, advirtió. “Marta Traba, la gran crítica latinoamericana, dijo en los sesentas que (Osvaldo) Guayasamín no era el gran pintor ecuatoriano, que el gran pintor ecuatoriano es Enrique Tábara, lo que pasaba es que Guayasamín era la cuota de compromiso político que se pedía en ese momento. Hay que tener una mirada abierta a la historia para entender esos procesos”.