La Isla Santay en verano encantó a Simón Bolívar

Las casas de la ecoaldea de la Santay se conectan con puentes de madera, con el restaurante y las camineras. Foto: Mónica Mendoza/ EL COMERCIO

Un paseo de verano a la Isla Santay es encantador. El viento acaricia el rostro. Gran parte de las camineras está cobijada con una tupida vegetación y pequeños rayos de sol logran escapar entre las ramas.
Entre julio y octubre la temperatura ambiente oscila entre 21 y 30 grados. El cielo está más despejado, con un azul intenso, que a la distancia pareciera que se mezcla con el manglar, los matorrales y el bosque seco.
Se puede armar una aventura para visitar la isla que se ubica frente a Guayaquil. Caminar o alquilar una bicicleta para cruzar por el puente basculante que se abrió en el 2014. También tomar una embarcación en el muelle junto a La Perla, en el malecón porteño.
Los visitantes aumentan en julio y agosto por las vacaciones de la Sierra. En los últimos dos años llegaron 405 479 personas, según datos del Ministerio de Ambiente. En lo que va del 2019, 95 960 turistas.
Hay evidencias históricas de la estadía del Libertador Simón Bolívar en la isla, en el verano de 1829. Estaba enfermo y sus médicos le recomendaron “los aires de Santay” para recuperarse de una crisis de bilis.
Desde hace seis años los pobladores de San Jacinto de Santay rememoran su llegada. El evento se denomina Bolívar regresa a Santay y fue parte del programa de las fiestas patronales de agosto. Este año también se realizó el segundo encuentro coral ‘Santay enCanta’, con grupos de Guayaquil.
Es un día de fiesta para rescatar el patrimonio histórico de la isla. Engalanan la ecoaldea habitada por 76 familias. Las flores y las cintas tricolores adornan la glorieta y pasamanos que conectan al muelle.
Por ahí desembarcó el sábado 31 de agosto del 2019 un libertador del siglo XXI. Paúl Ismael Domínguez Domínguez, un niño de 11 años de séptimo de Educación Básica. Se ganó el honor de vestir de Bolívar por ser el mejor alumno de la única escuela de la comuna, Jaime Roldós Aguilera.
El año pasado fue la niña María Eugenia Banchón.
Él llegó en una canoa florida con el grupo de baile Los Algarrobos. Hubo calle de honor, música y turistas. En la organización se sumaron los 258 pobladores. En su mayoría tienen la identidad de la cultura cholo pescador, que llegaron de la península de Santa Elena, en 1950, para trabajar en las haciendas ganaderas de esa época. Ahora viven del ecoturismo y de las faenas en el río Guayas.
“Santay tiene su historia y es normal que sus pobladores la conozcan y la celebren”. Eso dice José Delgado Mendoza, presidente de la Asociación de Amigos de Santay, desde Suiza, donde reside hace 19 años. Pero sigue apoyando a la comuna como ha sido durante 31 años.
Según sus investigaciones, el Libertador llegó a Santay el jueves 27 de agosto de 1829 y se quedó hasta el 29 de septiembre en una hacienda. En sus cartas la llama “mi isla”, donde se recupera muy bien. Pero decía que estaba “muy rodeado de fango como para salir a realizar caminatas a caballo”.
La isla es un humedal con un ecosistema complejo que generalmente se inunda. Por eso la aldea, los sitios turísticos, como la cocodrilera, el muelle y la escuela están conectados por camineras elevadas. Santay fue declarada Área de Reserva Natural desde el 2010 y el acceso es gratuito. El 29 de septiembre habrá otra fiesta de verano: el festival de la cometa en el puente que conduce a Santay.
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