La zooarqueología cobra peso

Una rata momificada fue hallada al interior de una tumba humana del siglo XIX, en el monasterio de la Asunción. Fotos: Cortesía Josefina Vásquez, Miguel Pinto y Archivo/El Comercio
Una rata momificada en Guano o los huesos de una zarigüeya en el convento de el Carmen Alto son hallazgos que permiten conocer más sobre las sociedades del pasado. Aunque antes las expediciones arqueológicas se enfocaban sobre todo en los restos humanos y en elementos como las vasijas, la zooarqueología ha rescatado la importancia de la fauna presente en estos sitios del Ecuador.
Gabriela López, investigadora del Museo de Perucho, recuerda cuando encontró a la zarigüeya bajo el piso de uno de los cuartos del segundo piso del monasterio del Carmen Alto. Junto a un grupo de investigadores, López estaba a cargo del análisis arqueológico de este lugar, durante las restauraciones en 2013.
Mientras avanzaba el proceso, descubrían sobre todo estructuras coloniales hasta que en una cámara de aire encontraron dos vasijas. Al darles la vuelta, hallaron los huesos del animal y una tusa que los sujetaba para no estropearlos.
Las vasijas no eran de tipo colonial, sino asociadas a la época precolombina. La investigadora explica que este fue un hallazgo sorprendente, ya que revela que no se habían perdido las prácticas precolombinas de enterramiento.
Miguel Pinto, biólogo enfocado en mamíferos e investigador del Observatorio de Biodiversidad Ambiente y Salud, recuerda que escuchó una charla de López sobre este hallazgo y la contactó para realizar el análisis de los huesos animales. Allí descubrieron que se trataba de una zarigüeya o Didelphis pernigra.
Este caso está detallado en un artículo publicado por los investigadores en la revista Mastozoología Neotropical. En el estudio se explica que la zarigüeya probablemente fue colocada en este arreglo durante la primera reconstrucción del monasterio del Carmen Alto en Quito, en el siglo XVII, alrededor del año 1656.
En el artículo se describe también el hallazgo de una rata momificada dentro de una tumba humana del siglo XIX. El roedor fue encontrado en el monasterio de la Asunción, Guano. Pinto cree que un túnel de ratas desembocaba en el punto donde estaba la momia. La rata quedó atrapada y se momificó naturalmente.
Esto ayuda a tener una idea sobre la llegada de esta especie invasora que, en el siglo XIX, al parecer, ya se encontraba en esta zona cercana a Riobamba. Para Pinto, estos hallazgos unen la arqueología y la biología para comprender las asociaciones humano-animal.
Florencio Delgado, coordinador del área de Antropología de la Universidad San Francisco de Quito, explica que la visión de la arqueología tradicional en Ecuador ha ido cambiando para enfocarse en los animales como una forma de entender el entorno de los humanos. Aun así, la arqueozoología es un campo poco explorado todavía en el país, con escasos especialistas en el tema.
Delgado cuenta que hace algunos años se creó una colección comparativa que está en Salango. Cuando los arqueólogos encuentran fragmentos de huesos de diferentes animales, pueden acudir a la muestra para identificar la especie. Hay zooarqueólogos que ya tienen la experiencia para identificarlos sin acudir a este lugar.
Este investigador ha trabajado en este campo con Peter Stahl, uno de los zooarqueólogos con mayor experiencia en el Ecuador. Hace un año publicaron el libro ‘Historical Ecology and Archaeology in the Galápagos Islands: A legacy of human occupation’.
En este proyecto se muestra cómo los humanos impactaron en San Cristóbal, donde había un asentamiento humano permanente. Mediante un análisis zooarqueológico determinaron que estos se alimentaban de ganado en las islas. Se encontraron fragmentos de huesos de vaca, pero no de tortugas Galápagos.
Delgado cuenta que el estudio de animales también es importante para reconstruir el clima de la época. En otras zonas del Ecuador también se continúan encontrando restos de animales de la antigüedad.