Jennifer Aniston y T. J. Miller protagonizan una comedia
navideña para un público adulto. Foto: Captura
Con el estreno de ‘Fiesta de Navidad en la oficina’, Hollywood intenta rebasar los esquemas de la familiar y clásica comedia navideña al estilo de ‘Mi pobre angelito’, para convertirla en una descontrolada celebración orientada más bien al público adulto.
‘Fiesta de Navidad en la oficina’ es una película para reírse y liberarse momentáneamente de las tensiones del tráfico navideño de la ciudad, las compras de última hora, el ajuste de la agenda para las invitaciones de temporada, los dilemas del obsequio adecuado para el amigo secreto, en fin.
Con un guión escrito a tres manos, la cinta aprovecha la estela de éxito que se logró con la fórmula de habituales reuniones sociales que se salen de control, como en ‘¿Qué pasó ayer?’, ‘Proyecto X’ o ‘Juerga hasta el fin’, herederas a su vez de la comedia estadounidense al estilo ‘American Pie’, pero con una sobredosis de sexo, drogas, alcohol y malas decisiones.
En este largometraje, dirigido por el dúo Josh Gordon y Will Speck, con dos largometrajes previos en la comedia, la fiesta vuelve a ser el escenario de una historia que se desarrolla en un ambiente laboral, con una variación argumental para ponerla a tono con la época navideña.
El principal atractivo de la cinta es un reparto al que no le cuesta meterse en el papel y adaptarse a la trama por su amplia experiencia en el terreno de la comedia.
Ahí está una siempre carismática, pero a veces monótona, Jennifer Aniston en el papel de Carol Vanstone, la directora ejecutiva de una importante empresa tecnológica que tiene problemas con una de las sucursales, administrada por su hermano Clay, interpretado por T. J. Miller.
Además del evidente contraste de personalidades necesario para impulsar la trama, Aniston y Miller subrayan las diferencias que existen entre dos tipos de jefe y sus maneras de liderar un equipo de trabajo.
Cautelosa y racional, Aniston se expone como una mujer que prefiere mantener el control de cada situación, mientras que Miller aparece como un líder más flexible y espontáneo, aunque no menos comprometido con su trabajo.
En un intento por proteger su patrimonio, Carol decide cerrar la filial a cargo de su hermano. Pero Clay quiere demostrar su capacidad administrativa y se juega su última carta, cuando le propone a su hermana mejorar la situación de la empresa con la obtención de un millonario contrato.
El trato, sin embargo, supone solo una excusa para seguir adelante con la organización de una fiesta para celebrar la Navidad en la oficina y aprovechar el evento para seducir a Courtney B. Vance, quien interpreta al potentado empresario en cuestión.
El humor escala con la complicidad y empatía de un elenco que potencia los juegos gestuales y de palabras que comparten los personajes interpretados por Jason Bateman, Olivia Munn y Kate McKinnon.
A partir del guión, los directores saben reutilizar y dosificar los guiños de la cultura popular, para darle al ambiente laboral un aire de cotidianidad.
Mientras el alcohol va haciendo efecto y la fiesta avanza, las jerarquías y las ordinarias normas de comportamiento en el trabajo dan paso a un previsible clímax. Entonces, el humor, las connotaciones sexuales y los excesos en general adquieren dimensiones que solo tienen sentido en el contexto de la producción.
El contexto social y la crisis empresarial se disuelven en un filme que deja que el alcohol, las drogas y el instinto sexual operen como catalizadores de una serie de situaciones dramatizadas con humor.
Hacia el final, la historia retoma su espíritu navideño con un mensaje reconfortante en el contexto familiar.