Los festejos católicos en honor a San Pedro y la celebración del Inti Raymi se fusionaron. Un gran festejo marcó el cierre de la agenda de actividades. Foto: cortesía.
Una multitudinaria fiesta para concluir los festejos del Inti Raymi se cumplió en Riobamba. Unas 1 500 personas, entre ellos comerciantes indígenas de Chimborazo y Otavalo, participaron en la celebración que se cumplió el pasado fin de semana en la Plaza Roja de la Concepción.
La fiesta, que recordó la celebración católica de San Pedro, patrono de Riobamba, y el Inti Raymi, una de las cuatro celebraciones del calendario andino, combinó las tradiciones de otavalos y puruhaes.
La celebración se inició con una ceremonia presidida por la yachak Ana María Guacho. Ella recordó a los participantes la importancia de agradecer a la Pachamama por los alimentos y la vida.
“Este es el tiempo de los granos secos, el tiempo del jahuay, tenemos que agradecer a nuestra Pachamamita por esta abundancia y a nuestro Taita Inti por la energía vital que recibimos y que hace posible que las plantas crezcan y den fruto. En la cosmovisión andina creemos en la dualidad, y este es un tiempo de festejar la masculinidad”, explica Guacho.
La mujer de 75 años trazó en el suelo un círculo con pétalos de flores y en la mitad encendió una fogata. Según ella, el fuego es el elemento esencial durante todas las celebraciones, pero durante el Inti Raymi tiene un mayor protagonismo porque es un símbolo de la energía y el calor del sol.
Tras la ceremonia los comerciantes se organizaron para un desfile por las calles céntricas de la ciudad. Les acompañaron nueve agrupaciones de danza folclórica de la ciudad y dos delegaciones de Perú y Cayambe, quienes actuaron como invitados especiales.
Los priostes de la celebración guiaron el recorrido del corso. Ellos caminaron junto a sus familiares, quienes llevaban castillos de frutas.
Según José Parco, investigador indígena y prioste de la fiesta, los castillos son representaciones de las antiguas ofrendas que se colocaban fuera de las casas como regalos de las familias al sol.
“Esta tradición está más arraigada en el norte del país. En Otavalo y Cotacachi, los castillos de frutas decoran las plazas y las entradas de las casas, en la colonia estas ofrendas se reemplazaron por figuras de Santos y empezaron a construirse altares con ofrendas en las puertas de las casas”, cuenta Parco.
Esta tradición también se conserva en algunas comunidades de Chimborazo, aunque se ha perdido en la mayoría de poblados. En esa provincia las ofrendas se denominan guayungas y se hacen con espigas de trigo, cebada y quinua.
Ambas representaciones se colocaron durante la celebración en la Plaza Roja, como un símbolo del encuentro y el aprendizaje entre las dos nacionalidades indígenas.
“Un objetivo importante de esta celebración fue visibilizar a los hermanos de Imbabura radicados por más de 20 años en Riobamba. Esto también es parte de la interculturalidad y del interaprendizaje que requerimos para vivir en armonía”, explica Parco.
La celebración se realizó en Riobamba por quinto año consecutivo y atrajo el interés de turistas extranjeros y nacionales, quienes también participaron en el ritual inicial y luego en el festejo.
La fiesta concluyó con la presentación de las agrupaciones de danza folclórica, las cuales rememoraron con sus coreografías tradiciones andinas como el jahuay, un canto que se hace durante la cosecha.
También actuaron los grupos de música andina Cima del Mundo, de Chimborazo, y Manaymanta de Imbabura.