Miguel Sandoval: 'Aprender a hacer una guitarra me costó 3 meses y casi el divorcio'

Miguel Sandoval es Ingeniero en sistemas y constructor de guitarras, de origen mexicano. Lleva 18 años en Ecuador y 16 en el oficio. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Es miércoles; Miguel Sandoval nos recibe en su casa, en la Ciudadela Atahualpa, donde tiene su taller. Un espacio que abraza con su olor a madera. Entre retazos, planos, reglas, herramientas y guitarras nos cuenta de una Stradivarius inspirada en Quito. En la sala nos recibe una guitarra arpa y café -aromatizado con ramas de canela-, un libro de Edgar Allan Poe, Laika y Ceci, sus dos perras pastor inglés.

¿Qué significa para ti que te digan maestro lutier?

Lutier, como tal, no te puedo aceptar porque yo me dedico únicamente a construir guitarras y un lutier a muchos instrumentos. Yo soy guitarrero, la conozco, sé cómo está hecha, me encanta estética y sonoramente, la toco. Es un instrumento que ha estado conmigo desde mi niñez.

¿Ahí nació este amor?

Mis hermanas mayores, en los 70, estaban metidas en la nueva trova, en un grupo de folclore latinoamericano. Prestaban la casa para los ensayos y dejaban los instrumentos. Ahí veías al niñito de seis años agarrando un bombo, una quena, una guitarra.

¿Y cuándo empezaste a construirlas?

Soy ingeniero en sistemas. A los 30 años me corren del trabajo y agarré un año sabático. Compré mi primera computadora, vi una guitarra tirada en la casa, busqué libros de acordes y videos de cómo tocar. A la semana (de 08:00 a 02:00) saqué mi primera canción. Fue doloroso, tus dedos tienen que acostumbrarse a las cuerdas.

¿Cuál fue esa primera canción?

Una de Silvio Rodríguez, Soltar todo y largarse. No se me olvida, era todo un logro para mí. Después, la vida y mi esposa me trajeron a Ecuador con dos guitarras. Una me robaron. Busqué comprar y un constructor me quiso vender una básica, ‘pinchurrienta’ y muy cara. Le pedí que me enseñe a hacer una. Iba todos los días a su taller. Me costó tres meses y casi el divorcio, pero salió. Y busqué hacer otra con él, ya con mejores materiales.

¿Y esa segunda guitarra?

En la construcción puse demasiados cuestionamientos para hacer el instrumento. Creo que le caí mal y me corrió del taller. Fui a otro, con una persona que apenas había conocido y, a la fecha, el maestro Luis Conde es uno de mis mejores amigos. Se dio una simbiosis: yo aportaba conocimiento y él me ayudaba con enseñanzas manuales. Un amigo, Terry Pazmiño, la tocó y se la llevó a un estudiante que la compró. Con ese dinero adquirí maderas para hacer dos guitarras más. Desde entonces fue el acabose: me dedicaba más a construir que a mi carrera.

Pero hacerlas también implica ingeniería, diseño…

Claro, invierto casi 280 horas por guitarra. En una de ellas bien pensada debes saber los litros de aire, la resistencia de las maderas y su acústica, la organología. Tienes que saber qué tomas para poder conjugarlo. Una guitarra de concierto tiene un tipo de madera para que su sonido perdure con el tiempo.

¿Así llega el Ensamble de Guitarras de Quito a ti?

Hemos desarrollado una buena relación. Les ha gustado mi trabajo y algunos han comprado. Su último concierto se hizo con ocho guitarras salidas de mi taller, entre ellas la ‘Guitarra ecuatoriana de papel: la pandémica’.

¿Qué sentiste?

Ver a ocho guitarristas en escena tocando mis instrumentos, no solo con música clásica sino melodías propias de Ecuador y de Latinoamérica, me encantó.

Y la pandémica, ¿cómo nace?

En ese tiempo oscuro que pasamos, tenía ganas de construir y no tenía maderas, no había manera de importarlas. En 1800, el padre de la guitarra moderna, Antonio de Torres, quiso demostrar que el 80% del sonido se debe a la tapa e hizo una de papel maché. Dije: voy a hacer una guitarra de periódicos. Y da la casualidad que la mayor parte está hecha con EL COMERCIO. Me tomó un chingo de tiempo. Trabajé con 20 capas de papel por pieza, utilicé dos o tres semanas de periódicos. A nivel de Latinoamérica es la primera y a nivel mundial es la segunda.

¿Y la Stradivarius?

Para esta guitarra barroca estudié sobre ella y los materiales que usó Antonio Stradivari en la época. Son instrumentos con varios elementos estéticos y esta tiene un toque nacional: el rosetón de la Basílica del Voto Nacional. No es una réplica, se acerca en materiales y tipo de construcción a la original de 1700; se parece y se puede tocar. Me gustaría que fuera parte del Festival de Música Sacra en Quito. Es una guitarra ecuatoriana, inspirada en Stradivari, hecha con manos mexicanas.

¿Cómo miras el futuro de la música de instrumentos clásicos con los nuevos géneros?

Una cosa que ha enseñado la historia es que Bach, Tchaikovsky, Mozart, Paganini siguen vigentes. Tanto que aún las personas que tocan reguetón en algún momento los habrán escuchado, aunque ellos toquen tres o dos notas. La música perdura y esos géneros también van a perdurar hasta que no salga otra cosa que les llame la atención a los jóvenes, que son los que la consumen. Desafortunadamente, ahora , creamos ídolos no genios.

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