Marianela Montero y Alejandro Suntaxi con sus hijos María José, Diego y Sebastián. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Las jugueterías locales muestran dos mundos separados en las perchas. En rosa, las que exhiben bebés, Barbies y artículos de cocina. Y otros estantes surtidos con carritos de McQueen y Storm, superhéroes y pistolas. Pero genetistas y psicólogos sostienen que el ser niño o niña no determina qué juguete se escogerá.
Los padres, en general, ya no apuntan a una sección, movidos por estereotipos. Es el caso de Fernando Loayza y Flavia Tamayo. Su hijo Lucas disfruta de una cocina de madera que le regalaron en octubre, por su cumpleaños. Cada utensilio es perfecto para que el niño de 2 años juegue y explore. En esta Navidad le darán un arenero.
Él tiene además carros, pelotas y peluches. No son sus favoritos -advierte su padre, de 26 años- con ellos solo juega unos minutos y luego busca su cocina. Cree que se hará chef. Opina: “El hecho de que le guste eso no lo marca ni lo define”.
Los genetistas César Paz y Miño y Paola Leone afirman que, más que la biología, influye el entorno para que un niño escoja un juguete, además lo que ve en los medios de comunicación.
Para Paz y Miño, especialista en Genética, el componente social marca – entre otras circunstancias- que las mujeres sientan que deben ser madres y los hombres, los proveedores. “Aún tenemos mitos que nos meten desde pequeños. Pero no hay un gen para que me gusten carros o muñecas”.
Aunque sí hay un grupo de genes que intervienen en las orientaciones, tendencias y aficiones, que es moldeado por la sociedad. Quienes sienten encanto por equipos electrónicos, por ejemplo, podrían tener desarrollados genes a los que les atrae la luminosidad.
Un punto de vista similar tiene Leone, del Centro de Investigación Genética y Genómica de la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE). Para ella, claramente, el medioambiente y la educación determinan el gusto por ciertos juguetes. Si se intercambiaran objetos, niño y niña igualmente los disfrutarían. “El sexo no determina el gusto”, dice.
Gabriela Granda es mamá de Alegría, de 12 años, y de Sergio, de 8. Antes, su hija prefería los carros y su hijo, las ollitas. “Nunca me dijeron que no podía tener una cosa u otra porque era mujer”, recuerda.
Una empresa de autos alemanes apostó por cambiar conceptos a través de la campaña #CambiemosElJuego. Y exhibe en redes sociales un video de tres minutos.
El escenario es una juguetería. Una muñeca, tipo Barbie, aparece en una carroza, sin caballo. No puede movilizarse, así que escoge manejar un auto deportivo. Lo hace a toda velocidad. De pronto, el coche y la conductora se quedan estáticos, son juguetes en una percha. Un niño quiere llevarse el carro, con la muñeca. Su madre le dice que no. Finalmente, él se va con los dos objetos.
En el fondo se oye: “jugar, como conducir, no debería entender de género. ¿Y si esta Navidad cambiamos el juego?”.
Sobre el peso de lo social en la elección, aún hay polémica. En el 2002, Alexander y Hines, de las universidades de Texas y Londres, analizaron el comportamiento de monos frente juguetes de niños y niñas.
Los machos optaron por carros; las hembras, por muñecas. Una mayor segregación de testosterona, hormona masculina -dice el informe– provoca atracción por juguetes ‘de hombres’. Pero eso no es determinante, anota Paz y Miño.
“Los monos no tienen una carga social. Y los humanos sí”.
Más allá de la biología, en el mundo se multiplican las campañas para evitar las etiquetas de género en juguetes. En el 2012, en Gran Bretaña, padres empujaron el eslogan ‘Let toys be toys’ (dejar a los juguetes ser juguetes). A través de Internet pidieron que en los catálogos no se separe a juguetes por género sino por temáticas.
En el país, cada vez es más común evitar los roles de género en la crianza. Los padres de Fiorella Portillo, de 6 años, le enseñan en el día a día que no hay actividades destinadas a hombres o a mujeres. Por ejemplo, los ve preparando el desayuno, indistintamente.
De niña, Ximena Echeverría, su madre, jugaba con Barbies y sus accesorios. Fue criada entre dos hermanas y un hermano, quien en general no hacía las “tareas tradicionalmente asignadas a mujercitas”.
Algo parecido vivió su marido, entre tres hermanos. Así que ni en los juguetes han intentado limitar a la niña. Cuando Fiore tenía un año le regalaron el típico bebé. Y no le prestó atención. Cuando fueron por primera vez a una juguetería le atrajeron los caballos y otros animales. En Navidad le darán una granja y un perrito.
En la tienda de juguetes de Corporación Favorita hay más de
7 000 ítems para la temporada en las estanterías del país. Respondieron, vía e-mail, que los niños escogen más figuras de acción, carros de radiocontrol y juguetes de películas. Las niñas eligen My Little Pony, Little Pet Shop…
Paulina Barahona es decana de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Católica. Opina que en la selección de juguetes sí se reflejan los roles del hombre y la mujer.
Años atrás, ellas se encargaban solo de las labores del hogar y él no. Hoy ya no es así. Las parejas comparten tareas y cuidado de los hijos, por lo que las nuevas generaciones asimilan esos comportamientos.
Esto se vive en la casa de María José Suntaxi, de 9 años. Ella tiene dos hermanos de 6 y 2 años. Cuando es hora de jugar, ella usa los carros y ellos juegan con sus muñecas. La idea es divertirse, explican la niña y sus padres Marianela Montero y Alejandro Suntaxi. Ellos apoyan a sus hijos porque los juguetes son para disfrutar.