El quiteño Santiago Páez (1958) exhibe sin pudor sus habilidades con armas blancas. Con ‘Puñal’, su más reciente trabajo que ya está en perchas, manipula con tanta soltura el mango que el lector sale conmovido por un relato cautivante del que es imposible retirarse sin sentir jirones en la piel.
Páez hace justicia a su prestigio de escritor preciso y con rigor. En esta ocasión, su ‘Puñal’ reúne 11 historias que parten de un inicio común, un génesis del que, como ramas de un árbol, emergen ideas de las que nacen flores y frutos insospechados.
El trabajo se presenta como novela breve, aunque una lectura rápida hace creer que estamos ante una colección de cuentos en los que el puñal actúa como hilo conductor. Después de todo, cada parte cumple con el principio básico del cuento, que tiene un giro sorprendente al final.
En realidad, hay mucho más a pesar de que el libro no sobrepasa las 100 páginas. Primero, un desfile de personajes que generan diversas sensaciones: la escritora acomplejada, el tonto humillado, el borracho hincha de El Nacional (¿se escogió ese equipo al azar o hay alguna velada relación entre lo marcial y el machismo?), la reportera de farándula, la abuela suicida, la esposa que no se calla, el odontólogo que calla demasiado…
Todos ellos están ubicados en diferentes localidades de Ecuador (Quito, Borbón, San Rafael, Muisne…) y también en diferentes años; pero los une la inevitable vocación por la tragedia.
Luego está el estilo. Páez opta por lo descriptivo y lineal pero elige la economía de palabras para ir rápido, directo al centro, y así sostener un ritmo parejo en cada relato, con un giro al final que se relaciona con la sangre.
Tercero está al estructura. Además de los capítulos, emerge la ingeniosa organización internada de cada parte. Quizás lo más brillante en este rubro se puede apreciar en ‘Tumbaco 1962’, que narra las peripecias de un discapacitado mental que sufre abusos en cada punto de su trayecto entre la casa de su señora y la iglesia de la parroquia. Este capítulo es una pista de lo que hubiera escrito Esopo si hubiera vivido en el siglo XX.
El autor cierra con ‘Quito 1960’, el capítulo más breve pero no por ello el menos impactante, en que quizás el protagonista es el único que puede considerarse un héroe entre esta colección de desdichados.
‘Puñal’ es un paso firme en la carrera de Páez, que ha ofrecido valiosos textos de ciencia ficción y de corte policial. Se deja leer y se disfruta. Es, en fin, un puñal clavado con firmeza en honor de la literatura nacional.