Fernando Escobar Páez. (Quito, 1982). Poeta y narrador. Ha publicado: ‘Missoginia’ y ‘Los ganadores y yo’.
Cuando sectores conservadores estadounidenses consiguieron que en las escuelas de Kansas se enseñe la Teoría del diseño inteligente dentro de las clases de biología, pensaron que burlaron la prohibición a la enseñanza religiosa con fondos públicos. El diseño inteligente es la “explicación científica” de la Biblia y plantea que humanos y dinosaurios convivieron casi al estilo de la familia Picapiedra y que si los huesos y demás evidencias paleontológicas demuestran lo contrario, se debe a que un Creador modifica los resultados de las dataciones de carbono 14 para poner a prueba la fe.
Lo que jamás se imaginaron estos Ned Flanders, es que su afán por una educación religiosa obligatoria sería caldo de cultivo para el advenimiento de una nueva deidad: El Monstruo del Espagueti Volador. Creado a modo de sátira por Bobby Henderson, este delirante culto toma elementos propios de la doctrina creacionista y los subvierte. Sus devotos se hacen llamar pastafaris y creen en un dios primigenio cuya forma es un revoltijo de espagueti con albóndigas que creó al mundo cuando estaba ebrio y promete un paraíso lleno de volcanes de cerveza helada y estrípers de ambos sexos para sus fieles.
En la actualidad el único país que reconoce los derechos religiosos de los pastafari es Austria, donde se equipara el llevar un colador para espaguetis en la cabeza con el kiphá judío, el velo musulmán o el rosario cristiano. La principal enseñanza del pastafarismo es que no existe imposición o dogma que no pueda ser derrotado con un poco de irreverencia. Por eso a las interrogantes lógicas planteadas por esta broma agnóstica sobre si una antirreligión jurídicamente tiene los mismos derechos que una religión, Kansas tuvo que derogar su decisión de enseñar el diseño inteligente en las escuelas públicas.