Antes del diálogo, Luis Montaluisa, lingüista y pedagogo con estudios en Desarrollo, explica que el kichwa era anterior a los incas y que estos lo adoptaron (al igual que al aymara) por razones expansionistas, comerciales y religiosas… Que en la Colonia intentaron prohibirlo hasta utilizarlo como herramienta de dominación psicológica y de catecismo.
¿Y en la República ?
Con el cambio -no independencia, porque fue una pelea entre criollos y peninsulares, ganaron los criollos y se quedaron con el poder hasta ahora-, llegó el período más nefasto para el kichwa. Con una visión europeizante (cita a Simón Bolívar) nos impusieron una educación. A pesar de ello, sobrevivió.
¿Y la situación actual?
La Ley de Educación ha sido destinada a destruir la educación bilingue, porque el currículum es unificado y deja apenas un margen para incorporar alguna cosa folclórica. Demagógicamente aumentaron la palabra intercultural, pero no hay voluntad ni decisión. Pero seguiremos produciendo textos, a pesar de las ‘rectorías’. La situación es complicada.
¿Qué porcentaje de la población es kichwaparlante?
Se estima que entre el 20 y 25 por ciento. Es difícil saber la cifra exacta porque mucha gente a veces se oculta por la cuestión social; sobre todo, en la ciudad esconde su identidad. Los datos vienen del número de comunidades y de sus habitantes.
¿El rechazo se da por una confrontación con el mestizo urbano?
No. Es un caso psicológico. Tanto tiempo nos dijeron que esta lengua no sirve, que ahora en Otavalo hay gente que la llama Yangasimi (lengua que no vale). El sistema educativo castellano acentuó el conflicto, hacía pensar que todo lo de afuera es mejor. Sin embargo, el kichwa no es un idioma excluyente, puede convivir con otros idiomas porque somos multilingues.
Pero la percepción indica que el kichwa tiene más espacio ahora, por ejemplo con las cadenas y los comunicados del Gobierno…
Eso es una usurpación simbólica, no hay una verdadera voluntad, es un uso demagógico y retórico, peligroso…