En 1984, Tony Hawk (San Diego, 1968) hizo su primer viaje a Japón. Tenía 16 años y las credenciales de ser el mejor skateboarder del mundo. Su talento y habilidad con la patineta quedaron registrados en varios reportajes de la televisión nipona. Por esos años, el skateboard todavía era una práctica poco difundida en el país del Sol Naciente.
La presencia de Hawk alentó a toda una generación de japoneses a practicar un deporte que aún convive con los estigmas de la sociedad contemporánea de las culturas urbanas. Ahora es la sensación de los juegos olímpicos.
Amparado en esa especie de mantra oriental de asimilar, mejorar y superar, la semana pasada, el japonés Yuto Horigome se convirtió en el primer campeón olímpico de la historia del skateboard. Una de las personas que estuvo en las gradas del escenario, en el que este joven de 22 años hizo su arribo al Olimpo de los deportistas, fue justamente Hawk, quien declaró que alucinó con la participación del nipón.
Muchos patinadores como Horigome han confesado que crecieron jugando videojuegos de skateboard, viendo videos en YouTube de los X Games, pero, sobre todo, rodando en las calles y en las pistas de skate, que comenzaron a aparecer por todas las ciudades de Estados Unidos, en los años ochenta y que luego se extendieron por todo el mundo.
El skate es un deporte que está intrínsecamente ligado a las calles y a la cultura urbana. No hay fechas exactas ni nombres destacados, pero todo apunta a que en algún momento de los años cincuenta los surfers de la zona de California decidieron acoplar cuatro ruedas de patines a una tabla de madera para ‘surfear’ en el asfalto durante los días sin olas. Todo era muy rudimentario; se utilizaban ruedas metálicas, que únicamente servían para que los patinadores se deslizaran cuesta abajo por las calles emulando los movimientos del surf.
El primer impulso para globalizar al skate llegó de la mano de Frank Nasworthy, que, en 1973, inventó las ruedas de uretano y fundó la empresa Cadilla Wheels. Este invento hizo que más personas se interesaran por la patineta y la volvieran parte de su vida.
Luego, en 1975, llegó el campeonato en Del Mar, California. Allí participaron leyendas como Jay Adams, Tony Alva y Stacy Peralta integrantes del equipo Zephyr. En ese evento también estuvo Alan Gelfand, el inventor del Ollie -el famoso truco en el que el patinador levanta la tabla en el aire con sus pies-, que revolucionó el skate, abriendo un abanico de posibilidades para su práctica. En los años ochenta se sumaron estrellas como Tony Hawk, Steve Caballero, Rodney Mullen, Lance Mountain y Mike McGil, quienes utilizaban patinetas más estilizadas y llenas de diseños urbanos.
Sin duda, el vínculo del skate con los jóvenes y la culturas urbanas se afianzó en la década siguiente. Como lo retrata el director Jonah Hill, en la película ‘En los 90’, subirse a una patineta iba más allá de lo que se podía o no hacer con el cuerpo. Patinar se convirtió en un estilo de vida e incluso en una forma particular de ver el mundo que llamó la atención de millones de jóvenes.
Esa popularidad llegó acompañada, como la mayoría de actividades vinculadas a las culturas urbanas, de una represión policial y de una estigmatización por parte de la sociedad. Frente a la hostilidad, losskateboarder comenzaron a salir de las pistas y se tomaron los espacios públicos no solo para hacer sus piruetas, sino también para mostrar su desenfado y rebeldía.
Con el paso del tiempo, esta práctica, que se concebía como marginal, comenzó a llamar la atención de varias industrias entre ellas la del entretenimiento. A mediados de los años 90 llegaron los famosos X Games y, con ellos, toda una generación de patinadores interesados en la profesionalización del skateboard.
Entonces, vinieron los auspicios millonarios, la proliferación de las marcas de ropa y accesorios y las competiciones mundiales. Sin embargo, en varias ciudades del mundo muchos jóvenes mantuvieron al skate como ese espacio de encuentro, compañerismo y complicidad. Como dijo Hawk hace unos días: “nos veían como una familia de inadaptados, pero ahora el mundo nos llamará atletas olímpicos”.
La popularidad del skateboard no solo ha llamado la atención de jóvenes asiáticos, como el campeón olímpico Yuto Horigome, sino también de jóvenes de otras latitudes como el brasileño Kelvin Hoefler, que ganó medalla de plata en la categoría masculina de street, o de su compatriota Rayssa Leal, que con solo 13 años, se convirtió en la medallista olímpica más joven de su país al ganar la de plata en la modalidad street femenino.
El podio lo completaron las japonesas Momiji Nishiya, también de 13 años, que se llevó el oro, y Funa Nakayama, de 16 años, medallista de bronce.
En su cuenta de Instagram, Tony Hawk tiene varios videos de sus primeros años como patinador. En uno de ellos se ve a un adolescente de cabello rubio, de contextura delgada y piernas largas que realiza una serie de trucos que parecen imposibles, pero que son ejecutados con una tranquilidad y una perfección inusitadas.
Años antes, la psicóloga de su escuela les dijo a sus padres que tenía la mente de un adulto atrapado en el cuerpo de un niño de 8 años y un estado de fuerte hiperactividad. Un simple regalo de su hermano, una patineta, cambió su vida.