Dice Jorge Swett, más en serio que en broma, que el muralismo “es para hombres”. Y lo dice así, con naturalidad, porque a él le ha tocado cargar sacas de cemento, cajas, preparar mezcla, treparse a grandes alturas en frágiles andamios y todo lo que comprende elaborar un mural.
“Mientras un pintor de caballete se sienta, fuma un cigarrillo y se toma un café, a uno le toca trabajar duro”, añade el artista guayaquileño, quien tiene más de 100 obras instaladas en diferentes edificios porteños.
Por supuesto, el comentario lo hace aclarando que no es ningún demérito para los pintores de caballete. Simplemente quiere dar un idea de lo complejo que puede resultar la hechura de cualquier mural.
Tiene 85 años. Su carrera la inició entre 1961 y 62, cuando ganó una licitación para realizar dos murales que aún hoy están instalados en el Puerto Marítimo de Guayaquil.
“Para un mural no hay norma en cuanto a materiales. La idea es hacer una obra que tenga relación con el edificio para el que va destinado”, señala Swett, quien fue presidente de la Casa de la Cultura del Guayas.
Su hijo, Carlos Swett (57 años) ha trabajado junto a su padre desde los 14. El trabajo que lo inició en serio en este arte es el mural instalado en el Museo Municipal. “Lo digo porque ahí me pagó. Y porque me tocó en serio conocer a fondo el trabajo de la elaboración de un mural”.
Antes de esa experiencia, Carlos ya había trabajado con su padre en el mural instalado en la Caja del Seguro. Allí don Jorge trabajó junto a Segundo Espinel Verdesoto, a quien considera uno de sus maestros.
El paso definitivo de Swett al muralismo fue luego de una conferencia que hizo en Guayaquil el mexicano David Alfaro Siqueiros, uno de los mayores exponentes de esta técnica.
Y al ser parte de excavaciones arqueológicas en la costa, el guayaquileño decidió emplear elementos de la cultura Manteño-Huancavilca en su obra.
Swett es profesor honorífico de la Universidad Católica; ha escrito dos libros de cuentos y relatos y prepara uno más.
La mayor parte del trabajo, un 80% de la obra, se hace en el taller, por técnica y espacio. El resto corresponde a la colocación de la obra en la pared.
Las obras de Jorge Swett están en casi toda la ciudad. El mural del Centro Ecuatoriano Norteamericano, el del antiguo aeropuerto Simón Bolívar, el del Cementerio General, el Hospital del Niño, en la estación televisiva Ecuavisa, son algunos.
Los Swett han tenido algunos ayudantes y estudiantes, quienes por alguna razón han querido acercarse al muralismo. Pero ahora su taller está cerrado hasta que empiecen un nuevo proyecto, que sería la restauración del mural que Jorge Swett hizo en el Puerto Marítimo.
“Cuando ven lo difícil que es, muchos se van”, explica Carlos Swett, quien como muralista ha realizado unas 50 obras.
Padre e hijo trabajaron en la recuperación, restauración e instalación de un mural de Manuel Rendón Seminario, uno de los más reconocidos artistas de esta técnica. La obra se encuentra en exhibición en uno de los corredores exteriores del Centro Cultural Simón Bolívar.
Para el pintor guayaquileño Joaquín Serrano, Jorge Swett es el único que se especializó en esta técnica. Y en las generaciones más jóvenes, no ve otros con la misma inquietud.
“Yo he trabajado con murales, como el proyecto del Municipio, con los pasos a desnivel. Pero Jorge es un ícono. Ahora los jóvenes prefieren trabajar con ‘grafiti’”, explica Serrano.
Hoy en día, él está trabajando murales, hechos en pintura, en cantones como Jujan y Pueblo Viejo. Da otras claves para un mural: observar la escala, las proporciones, la armonía, tener conocimiento de urbanismo.
Pero si Jorge Swett está orgulloso de una obra en particular es su Cristo Liberado. Ubicado en la capilla de la Universidad Católica, el diseño muestra a un Cristo ni torturado ni en la cruz, sino libre, ascendiendo.