El 16 de abril de 1895, luego de que el presidente Luis Cordero Crespo renunciara al Poder, Vicente Lucio Salazar, entonces vicepresidente, asume el mando de la República y debe afrontar el avance de los revolucionarios liberales, quienes se toman finalmente Guayaquil. El 5 de junio de 1895, sus habitantes, por medio de una Junta de Notables, proclaman al general Eloy Alfaro como jefe Supremo bajo los siguientes términos:
“En la ciudad de Guayaquil, a cinco de junio de mil ochocientos noventa y cinco, congregado el pueblo en comicio público, para deliberar acerca de la situación actual, Resuelve: Art. 1° Desconocer la Constitución de 1883 y el Gobierno Presidido por el señor Vicente Lucio Salazar; 2° Nombrar para Jefe Supremo de la República y General en Jefe del Ejército, al benemérito General señor don Eloy Alfaro, quien con su patriotismo y abnegación sin límites, ha sido el alma del movimiento popular (…) 4° pedir la convocatoria de una Convención Nacional que reconstituya el país…” (Pérez Concha, Jorge, Eloy Alfaro, su vida y obra, Universidad de Guayaquil, 1978, p.114)
El gobierno de Salazar respondió con energía a esta declaración y dispuso que las tropas constitucionales comandadas por el general José María Sarasti, se enfrentaran a las revolucionarias. El 6 de agosto del mismo año, en la explanada de Gatazo, cerca de Riobamba, se libra un feroz combate, en donde las fuerzas liberales derrotan a las oficialistas, logrando consolidar en el poder al caudillo revolucionario. El 20 de agosto de 1895, el Consejo de Ministros del Gobierno Provisional asciende a Eloy Alfaro de General de Brigada a General de División.
Una de las primeras gestiones que realizó Alfaro como jefe Supremo fue conformar una Comisión Revisora de los Códigos Civil y Penal y de los Enjuiciamientos respectivos, a fin de armonizarlos con el pensamiento liberal. Para tal fin, nombró a los jurisconsultos Luis Felipe Borja, Carlos Cazares y José M. Bustamante.
El 26 de marzo de 1896, Alfaro encomendó al ambateño Juan Benigno Vela, -quien a su vez había sido designado Jefe Civil y Militar de la provincia de Tungurahua-, para que redacte un proyecto de Carta Fundamental que sirviera de base para ponerla a consideración de la próxima Asamblea y garantizar la elección de Eloy Alfaro como presidente Constitucional.
Juan Benigno Vela Hervas nació en Ambato el 9 de julio de 1843. Hijo de Juan Pío Vela Endara y Mercedes Hervas Hidalgo. Sus estudios primarios los realizó en la escuela fiscal de la ciudad, creada en 1842, en donde a más de las primeras letras, aprendió a conocer tempranamente los escritos de hombres destacados de su tiempo como Pedro Fermín Cevallos, quien a su vez fue su padrino.
En 1859 asiste al colegio Vicente León, de Latacunga, creado en 1840, el cual contaba con profesores italianos y nacionales, además de modernos laboratorios y gabinetes que constituían para su tiempo una gran novedad. En junio del mismo año, en razón de un revés político ocasionado por la derrota de García Moreno en Tumbuco, los alumnos ambateños abandonan sus estudios de Gramática, Filosofía y otras materias, y retornan a su lugar natal.
Gracias a la tenacidad de Joaquín Lalama, se crea el colegio de Ambato, -que más tarde sería el colegio Bolívar-, siendo Vela el primer alumno de este plantel que tuvo limitados recursos tanto pedagógicos como materiales.
En 1863, Vela viaja a Quito para estudiar leyes en la Universidad Central del Ecuador, en la cual obtuvo su grado de doctor en Derecho en 1867. (Archivo histórico Universidad Central del Ecuador, Facultad de Jurisprudencia. Grados, 1867). Pronto se convierte en seguidor de Juan Montalvo, a quien admira por ser un activo combatiente contra las dictaduras.
A la edad de treinta tres años se casa con Mercedes Ortega Fernández. Para entonces ya casi había perdido la visión y pocos años más tarde, el oído, razón por la que su esposa se convirtió en su mano derecha, y le apoya en todos sus proyectos. (Enrique Balarezo, Juan Benigno Vela, El hombre, el periodista, el tribuno, Ambato, Ediciones UIA, 2018, p. 27).
Ya en la arena política, Benigno Vela prontamente se convierte en crítico de Alfaro y varios de sus seguidores, de quienes se desilusiona por sus desatinadas acciones sociales y políticas. A través de su periódico El Pelayo, editado a partir del 26 de septiembre de 1896, (Hemeroteca BAEP) dice “…creímos alcanzarla (la libertad) con Alfaro, el hombre de los cruentos sacrificios, el hombre de los grandes padecimientos, el hombre de los grandes combates, el hombre que simboliza todas las esperanzas, los ideales sublimes y el patriotismo más desinteresado; y Alfaro nos entrega una sombra; y la diosa Libertad se cubre el rostro, se avergüenza de nosotros, nos declara indignos de poseerla, no puede habitar en los campos de desolación y de muerte, despliega sus alas y huye de la Patria infortunada (…) Mi gobierno será de justicia y reparación (decía Alfaro) ¿Se ha cumplido esa promesa? No, por desgracia nuestra, porque habiendo decretado la confiscación de bienes, su Gobierno ha venido a ser de represalias y no de reparación, de violencia y no de justicia…” (Ibid. Balarezo, p.94).
Prontamente su postura es combatida por el gobierno, sobre todo por Manuel J. Calle, con quien mantiene una dura polémica, llegando a considerar a Vela como “un muerto presenciando sus exequias de cuerpo presente”, a lo que Vela responde: “Agradezco al amigo Calle porque me considera muerto para su política que no es la mía ni la de los buenos liberales; pues que me tenga por finado, que me siga cantando el De profundis y que mande a decir algunos responsos por mi ánima…” (Balarezo, p. 95)
Convocada en 1896 la Asamblea Constituyente para, entre otras cosas, elegir al general Alfaro como presidente Constitucional, se reúne en Guayaquil, a la cual Juan Benigno Vela electo como diputado por Tungurahua, no asiste argumentando razones de salud. El 9 de octubre del mismo año, vuelve a reunirse en Quito y concurre como asambleísta. Allí hace conocer su indeclinable postura en contra de los abusos políticos liberales, sobre todo cuando se trata de las atribuciones del Consejo de Estado que pretende conceder al Ejecutivo facultades extraordinarias, intento al cual se opone de manera enérgica al señalar que tales potestades convertían a los presidentes en déspotas y dictadores.
El 23 de diciembre de 1896, se promulga la décima segunda Constitución del Estado, en la que se concretan los principios liberales, además se designa a Eloy Alfaro como presidente Constitucional de la República. El documento debía ser suscrito el 12 de enero de 1897 por los asambleístas, pero Vela se niega firmar por considerarlo absolutista y contrario a sus principios como “representante del pueblo”.
Vela fue el primer diputado ciego que tuvo la Asamblea en el siglo XIX. Una de sus más notables expresiones fue: “No pido luz para mis ojos, reclamo luz para mi inteligencia”.
*Doctor en Historia.
Canciller de la Academia Bolivariana de Améri