'Los 39 escalones', una excusa para volver al pasado

'Los 39 escalones', desde esta noche

Además de suponer un éxito en materia de producción y actuación (tal vez se podría mejorar en cuestiones de sonido), la pieza teatral 'Los 39 escalones' es la mejor excusa para volver a un pasado en el que la sociedad no había sucumbido aún a los encantos de la industria cinematográfica. Esto resulta anecdótico si se toma en cuenta que esta obra, de Patrick Barlow, tiene sus orígenes en una película homónima del cineasta Alfred Hitchcock.
¿Qué tiene que suceder para que la actuación en vivo pueda opacar al séptimo arte? Pues que esta obra pone nuevamente al teatro en el plató de la originalidad, del ingenio y de la improvisación. Los actores (Sonia Valdez, Álex Cisneros, Christian Castillo y Cristina Rodas) deben construir constantemente a sus personajes; pasar entre uno y otro, en el lapso que le toma al espectador pestañear. Y este ejercicio no se efectúa únicamente un par de veces: a excepción de Cisneros, el resto del elenco interpreta más de una docena de papeles.
En la actualidad, poner en escena obras como esta supone un momento de reflexión sobre las llamadas artes vivas. No solo porque toda lectura teatral está sujeta a la actitud del público frente a lo que ve (unos dicen que 'Los 39 escalones' representa la vida de aquel hombre con la suficiente astucia para escapar de sus problemas). Entre las riquezas de esta pieza está la capacidad de que desde el entablado se puedan crear mundos tan reales, cuya permanencia en la memoria se extiende más allá de la actuación 'per se'.
Es necesario decir que 'Los 39 escalones' necesita ser digerida lentamente. En ese sentido, un acierto es su duración (aproximadamente 120 minutos). Si las actuaciones requieren de veloces cambios de personajes, no así las escenas. Cada una demora lo suficiente como para entender cómo atarla a su predecesora y, también, aventurar sobre lo que sucederá en seguida.