Entre 1997 y 2013 se hicieron cuatro planes piloto en Galápagos para la pesca de altura con palangre. Todos provocaron preocupación por la fragilidad de las especies marinas. Foto: AFP
La discusión sobre el uso del palangre en las islas Galápagos se ha retomado durante esta emergencia sanitaria. Este arte de pesca está prohibido dentro de la Reserva Marina desde el 2008, pero grupos de ciudadanos piden que se autorice su implementación ante las dificultades económicas que enfrenta el archipiélago.
Aunque en el pasado ya se ha negado este requerimiento, ahora la Junta Ciudadana Provincial de Galápagos pide que se permita la pesca con este arte; también conocido como del espinel, para todo el sector pesquero de la provincia.
Estas declaraciones han generado preocupación por parte de científicos y defensores del ambiente, quienes recuerdan el impacto del palangre en los ecosistemas y en animales que se encuentran en peligro como los tiburones, rayas o tortugas marinas. Este sistema de pesca emplea una línea larga o línea madre que se mantiene a flote mediante boyas y de esta cuerda cuelgan los anzuelos con carnada.
Pablo Guerrero, director de Conservación Marina de World Wildlife Fund (WWF) Ecuador, explica que hay diferentes tipos de palangre que se utilizan, dependiendo de la especie objetivo. Están los de superficie, que se colocan a 10 m o 15 m de profundidad; los de media agua, que se ubican a
30 m o 50 m bajo el agua y los de profundidad, que se encuentran a 100 m bajo el mar.
Para Guerrero, el impacto de los palangres artesanales en Galápagos puede ser significativo. Una de sus preocupaciones es el alto nivel de captura incidental o pesca no deseada que se registra con el uso de este sistema. Aves, tortugas, lobos marinos y tiburones son algunos de los animales que se pueden acercar a la carnada y engancharse o enredarse.
“El palangre no es compatible con un sistema tan frágil como el de Galápagos”, dice el investigador. A los peligros del palangre se suma la vulnerabilidad de las especies que habitan o pasan por las islas.
Cesar Peñaherrera, doctor en Ciencias Marinas Cuantitativas y Director Científico de Migramar, considera que este arte de pesca es “muy generalista” y la pesca incidental puede representar hasta el 90% de las capturas en ecosistemas como los de Galápagos.
Este investigador de Migramar, organización que promueve un corredor de conservación entre Galápagos y la Isla del Coco, dice que el palangre está prohibido en las reservas más importantes como Malpelo, en Colombia y Revillagigedo, en México.
Guerrero explica que existen alternativas como el troleo, un método de pesca selectivo y de bajo impacto. Las pescas con caña y línea de mano o empate son otras opciones permitidas. Estas se encuentran, junto a otras seis técnicas, en el Reglamento Especial para la Actividad Pesquera en la Reserva Marina de Galápagos.
José Luis Herrera, vocero de la Junta Ciudadana de Santa Cruz, dice que la idea no es que este tipo de pesca de altura se empiece a implementar en el futuro cercano, sino que se analice la viabilidad de esta técnica en las islas.
Como respuesta a sus pedidos, han logrado que se apruebe un segundo estudio sobre el funcionamiento de la pesca de palangre en el archipiélago. El primero se autorizó en el año 2016 y en su momento causó cuestionamientos por parte de ambientalistas.
Herrera dice que el pedido se debe a que cada vez se han reducido las zonas en las que los pescadores pueden ejercer su actividad. Afirma que en áreas como el santuario marino de Darwin y Wolf, las anclas causan más daño al ecosistema.