Cientos de personas se reunieron en la Av. Amazonas. Se vivió un ejercicio de activismo positivo entre los voluntarios, para no caer en desesperación. Foto: Juan Carlos Moya/El Comercio
En un momento de tragedia suceden fenómenos psicológicos y físicos. Nuestro cerebro capta mensajes que comunican pesar, dolor, tragedia. Y nuestro organismo somatiza estas impresiones. El resultado es: sentir abatimiento. Y a continuación experimentar reacciones como parálisis físicas, ansiedad, desmayos, síncopes, pánico. Es decir, una crisis emocional.
Mantener la calma en momentos adversos parece difícil, pero es posible. Según la psicóloga Carolina Espinosa Jara, directora de Ansuz, eso se logra controlando las emociones a través de una correcta respiración y apartando de la mente la cadena de pensamientos de angustia.
En situaciones de alto riesgo, aclara, las personas respiran aceleradamente. Esto obstaculiza el paso del oxígeno al cerebro. Aquello produce confusión. Los pensamientos negativos, en cambio, generan altos niveles de ansiedad.
La respiración controlada permite dimensionar la magnitud del desastre y conducir nuestras acciones en orden.
Eso fue lo que hizo Ana Paula Silva, de 17 años. En medio de la confusión que se vivió en el Centro Comercial El Condado por el movimiento telúrico que sacudió al país, ella tranquilizó a su madre y guió a varias personas a la salida.
La serenidad que mostró su hija, narra María del Cisne Alvarado, cree que se debe al conocimiento adquirido en su colegio. Allí se realizan simulacros mensuales para que los estudiantes y familiares sepan cómo actuar frente a una catástrofe natural: temblores, erupciones volcánicas.
El poseer información detallada y veraz, según la especialista, también juega un papel importante en este tipo de eventos. La falta de información, según Espinosa Jara, desestabiliza y crea el caos. El conocimiento, en ese tipo de situaciones, puede también evitar que el caos se propague por el bombardeo de información en las redes sociales y medios de comunicación. “Deben aprender a diferenciar entre una fuente de información creíble con otra que no lo es”, explica la especialista.
Cuando los daños alcanzan magnitudes inesperadas, como lo que sucedió en varios sectores de la Costa ecuatoriana, en cambio, la psicóloga María Fernanda Bermúdez sugiere acompañar a las personas afectadas para “evitar que sientan que están solas”.
Esa compañía puede ir atada a palabras de aliento, sin que aquello signifique que se minimice la realidad.
Si la persona afectada busca a un familiar es importante acompañarla en esa misión, y si su pareja, hijo o madre no aparece se sugiere incluirlo en actividades de rescate.
Eso, de acuerdo, con la especialista, mantendrá ocupada a la persona afectada y lo más importante, “se sentirá útil”. Después, será necesaria la intervención de un médico para que trate los trastornos de orden psicológico.