El actor argentino Christian Thorsen, en el papel de Gumersindo en la obra ‘Las manos de Eurícide’. Foto: cortesía Mónica Aguilar.
Gumersindo Tabares es un hombre que vive en el marco de una familia típica y ejemplar, hasta que conoce a Eurícide y se deja llevar de la mano por un desconcertante impulso que será el primero de una cadena de malas decisiones.
Así es como Christian Thorsen describe los antecedentes del personaje que interpreta en ‘Las manos de Eurícide’. El actor y director argentino estará de visita en Guayaquil y Quito para presentar este unipersonal, en el que explora ideas como la culpa o el fracaso.
Después de siete años de ausencia, Gumersindo regresa a su casa con el amargo sabor de la derrota. Allí, solo y apostado sobre la fachada de lo que alguna vez fue su hogar, se convierte en protagonista y único personaje de la historia.
Hace unos 12 años, Thorsen quería probarse en el formato del unipersonal. En su búsqueda se encontró con esta pieza teatral escrita en 1950 por el médico, músico y dramaturgo brasileño Pedro Bloch, como un drama resuelto en dos actos, que ahonda en la forma en que el hombre se relaciona con sus aciertos y errores.
“El unipersonal es todo un reto dentro del teatro porque hay que inventarse tanto los espacios externos como los internos”, dice el intérprete. Él se dedicó durante dos años a desentrañar cada aspecto escénico y psicológico de las 25 000 palabras que conforman la obra antes de su estreno en el 2008, en Buenos Aires.
Desde entonces, Thorsen ha llevado la obra a otros escenarios de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador y Uruguay.
“Por sus características en la escritura, este es un monumento a la literatura; por cómo expone la acción del personaje, un monumento al teatro también”, dice el actor sobre una obra que casi 70 años después de su publicación sigue siendo considerada como una de las más complejas del teatro universal contemporáneo.
En escena, acción y palabra se complementan y se oponen, como rasgo de un personaje que oscila entre la empatía y el rechazo, al querer convencerse del acierto de sus propios errores y seguir justificándolos, aunque para eso tenga que servirse de argumentos paradójicos y culpas ajenas.
“Pasa en las mejores familias”, dice el actor sobre una historia en la que “el espectador se siente contenido y no desplazado”, hasta volverse cómplice de una realidad aparente, fundada en el deseo, pero desmontada ante la contundencia de un hecho distinto.
La puesta en escena se reduce al cuerpo del actor y un mínimo de elementos sonoros, con escenas que se construyen desde la palabra y la acción.
El recorrido de la obra empieza este fin de semana (12-13 de enero del 2019) en Quito, con tres funciones en la sala Mandrágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Los dos próximos fines de semana, estará en la cartelera del teatro La Bota, en Guayaquil.