El artista Joshua Vela lleva el glitch al mundo pictórico

En la muestra se incluye un retrato de Martin Heidegger (izquierda). Alfredo Lagla / EL COMERCIO

En la muestra se incluye un retrato de Martin Heidegger (izquierda). Alfredo Lagla / EL COMERCIO

En la muestra se incluye un retrato de Martin Heidegger (izquierda). Alfredo Lagla / EL COMERCIO

El glitch (un error de programación) se ha convertido en un concepto utilizado, de forma recurrente, por artistas contemporáneos para tratar de explicar las relaciones que existen entre los seres humanos, la naturaleza y el mundo de la tecnología.

En el ámbito local, el artista Ilich Castillo ha trabajado con este concepto en varias de sus series.

Una de ellas es ‘Bichos de Jardín’, donde aparecen fotografías de plantas afectadas por plagas.

Estas imágenes tienen un complemento geométrico (un glitch) producido en la imagen del insecto causante, generado aleatoriamente al insertar el nombre científico correspondiente en el código digital de cada una.

Joshua Vela -artista galapaqueño de 24 años- utiliza este concepto para resaltar los desbalances que hay entre en el cuerpo y la existencia o entre el hardware y software en el caso de una computadora.

Los quiebres entre estas dualidades fueron plasmados en las 16 obras que forman parte de ‘El ser y la máquina’, su primera exposición individual.

En la muestra que se inaugura hoy, 25 de enero del 2018,  a las 19:30, en Ileana Viteri Galería, Vela se acerca a estas preocupaciones a través de piezas que van de lo abstracto al retrato y al autorretrato.

En sus cuadros los glitches aparecen como ondas, frecuencias o series de puntos, dentro de una paleta de colores donde predomina el blanco y el negro.

En esta serie, que comenzó a trabajar en diciembre del 2016, hay una fuerte influencia del pensamiento que el filósofo alemán Martin Heidegger plasma en su obra ‘El ser y el tiempo’.

“Su idea sobre el desbalance entre el cuerpo y la existencia lo llevé al campo del hardware y del software, donde esos quiebres están dados por los glitches”, explica.

Acriterio de Ileana Viteri parecería que la tecnología ha asumido el control de las imágenes del mundo. “En el fondo es así como lo comprendemos y experimentamos. A través de las imágenes que nosotros mismos damos lugar para que después nos gobiernen”.

Vela cuenta que una de las cosas que detonó la hechura de estos cuadros es que en un momento de su vida se sintió ‘gobernado’ por la tecnología, sobre todo, por las redes sociales.

“En un punto me di cuenta de la dependencia que tenía por la Internet y decidí que debía atacarlo de alguna forma porque me estaba robando el tiempo”.

Pilar Flores, una de sus maestras en la Universidad Católica, sostiene que es interesante la relación que Vela hace entre el mundo virtual, las redes sociales, la Internet y la computadora, con un medio tradicional como la pintura, a través del glitch para desarrollarlo como una técnica.

“Me llama la atención -dice- como logra poner en el centro de su trabajo inquietudes como el abandono de aspectos esenciales que nos hacen humanos y que se están perdiendo por la velocidad en la que vivimos nuestras vidas”.

Vela se decantó por la pintura, un oficio exigente a criterio de Flores, porque quería quitarle el rasgo sintético a las ideas que tenía sobre la Internet.

En este camino una de las influencias más fuertes ha sido el pintor alemán Gerhard Richter a quien suelta un guiño en la única pintura a color que es parte de la muestra.

Antes de llegar a Heidegger, a quien también retrató para esta muestra, Vela se empapó de las teorías del filósofo canadiense Marshall McLuhan y de la crítica de arte argentina Marta Traba.

El resultado de todas estas exploraciones -explica- le han permitido concluir que a través del arte de la tecnología las personas se pueden conocer más a sí mismas.

Los glitches para Vela también son dispositivos inestables, frágiles, vulnerables a los virus, a errores del sistema, a problemas de red y desbalances entre el hardware y el software que siempre piden actualizaciones.

“Son esos momentos de cuestionamiento donde realmente estamos vivos”. Una puerta para entender las relaciones que hay entre las personas y las máquinas.