Las emociones de los niños y niñas se forman en cada una de sus esferas evolutivas y se estabilizan en la convivencia cotidiana con los demás. Un apodo en la infancia puede tener efectos negativos en el desarrollo de la persona.
En un niño en formación, cuya autoimagen es su carta de presentación ante la sociedad y cuya madurez aún está forjándose, un sobrenombre puede causar desajustes emocionales, señala el psicólogo Jimmy Matamoros. El resultado puede ser autorrechazo, aislamiento y agresividad en el menor.
Como normalmente estos apelativos aluden a una característica física o son discriminatorios, se disminuye su confianza porque el pequeño se sentirá diferente. Estas etiquetas resaltan claramente una condición, reducen la seguridad y aumentan el temor y la angustia que pueden ser la base de un futuro trastorno.
No importa si detrás del sobrenombre hay una intención afectuosa, es la persona que los recibe la que tiene la última palabra frente al tema. Dependerá de la autoestima y de ahí la necesidad de trabajar en ese aspecto. Aunque sea un familiar quien exprese el apelativo, si el menor siente incomodidad, ahí debe parar el sobrenombre.
‘Bullying’ engañoso
En el ámbito educativo, poner apodos es un síntoma de acoso escolar. En ese caso lo importante es que los adultos distingan la broma del ‘bullying’ y enseñen a los niños la diferencia. Es clave que tanto los menores que son el objeto de la broma como los que la realizan comprendan el tema.
Una broma es un modo de socializar con los demás, mientras que el acoso es violencia. Sin embargo, los límites entre uno y otro son borrosos. El bullying es engañoso y puede empezar con una burla aparentemente inocente.
Según Estefanía Torres, psicóloga infantil y psicorrehabilitadora, una vez que la autoestima se afecta por causa de un apodo, el niño empieza a perder su imagen y a verse de una manera distorsionada y negativa. “El niño acaba creyendo lo que los demás dicen de él, puede llegar a perder el interés de estudiar y rechazar el regreso al colegio”, explica.
Los apodos son una manera de programar negativamente el cerebro, por lo que la recomendación de los especialistas es que los adultos trabajen en la resiliencia de los niños, es decir en la capacidad de reponerse de los problemas mediante actividades recreacionales o suposiciones y posibles soluciones. Tanto en casa como en la escuela es fundamental también trabajar la autoestima.
Una dinámica que Torres pone de ejemplo es la Caja del tesoro oculto. Se trata de un ejercicio que permite que los niños descubran que son únicos y especiales. Consiste en poner un espejo en una caja de cartón y pedirle al niño que la abra y se mire mientras el adulto menciona frases positivas.
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