Nueva oportunidad para aves rescatadas

Un entrenador de El Jardín Alado recibe a dos búhos después de su vuelo. Foto:  Cortesía Paúl Tufiño / El Jardín Alado

Un entrenador de El Jardín Alado recibe a dos búhos después de su vuelo. Foto: Cortesía Paúl Tufiño / El Jardín Alado

Un entrenador de El Jardín Alado recibe a dos búhos después de su vuelo. Foto: Cortesía Paúl Tufiño / El Jardín Alado

Las huellas que deja la tenencia ilegal y el tráfico de especies son las principales causas que imposibilitan a las aves rescatadas a recuperar su libertad, aún después de su rehabilitación. Estos animales son condenados a permanecer bajo cuidado humano durante el resto de su vida.

Una reciente iniciativa quiere dar una nueva oportunidad a las aves que han sufrido física y psicológicamente. Paúl Tufiño, director de El Jardín Alado, explica que se busca un contacto entre estas especies y los humanos, ya que esto causa un efecto “muy fuerte a favor de conservar y salvar las rapaces”.

En este lugar, ubicado a las afueras de Quito, las aves que no pueden ser liberadas son entrenadas para que vuelen de manera controlada, lejos de sus jaulas. Los visitantes tienen un contacto muy cercano con estas. Vuelan sobre sus cabezas y pueden observarlas a poca distancia, sin mallas o rejas, mientras los supervisores cuentan la historia de cómo llegaron estos animales.

El caso de Chola es uno de los más difundidos. Esta hembra adulta de águila pechinegra es el ave más grande que habita en El Jardín Alado. Tufiño cuenta que se cree que el animal fue capturado cuando era un polluelo, por lo que tuvo apego a los humanos.

Al tener tanta confianza con las personas, Chola cree que son de su misma especie y ya no tiene miedo a acercarse a los sitios poblados. Esto la pone en riesgo, ya que podrían cazarla o atraparla, por lo que no puede ser liberada.
Al igual que esta ave, en el centro hay otras 31 que no podrán volver a su hábitat natural. La lista incluye a un guacamayo azul y amarillo, una lora del Amazonas y una garza a la que le amputaron un ala.

Tufiño explica que la rehabilitación depende de varios factores y en algunos casos es totalmente exitosa. Primero se basa en los resultados veterinarios, que se realizan con el apoyo del Instituto Tueri de la Universidad San Francisco de Quito. Una vez que el ave es dada de alta, pasa a cargo de este centro para el tratamiento.

El año pasado se liberó a otra águila arpía que fue víctima de disparos. A causa del ataque, sufrió una fractura de los huesos de sus alas. En Tueri la operaron y una vez que le retiraron los metales fue enviada a El ­Jardín Alado.

Allí se construyó un corredor de 80 metros de largo para que pudiera volar y fuese fortaleciendo sus músculos. Después de varios meses, logró volar de extremo a extremo, sin necesidad de ayuda. Este caso fue exitoso, ya que se la pudo liberar en el Cuyabeno, con un rastreador satelital.

Desde el 2013 han sido liberadas 206 aves, sobre todo del grupo de las rapaces. Las que no tienen la misma suerte permanecen en el centro y son entrenadas con técnicas de la cetrería, para que puedan volar todos los días de forma controlada.

“Las aves en vuelo libre y sus historias son las que mejor llevan el mensaje a los visitantes”, dice Tufiño. El centro está a cargo de Faunaetus y Asociación Accipiter, que trabajan desde hace 15 años en la conservación de estas especies.

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