La gaviota andina se destaca por su cuerpo blanco y su cabeza negra. Foto: Cortesía Juan Manuel Carrión
La popular frase “más perdido que gaviota en Bolivia” no se relaciona con la realidad de estas aves. Aunque generalmente se las asocia con las zonas costeras, algunas especies también habitan en las zonas altoandinas, desde Colombia hasta Chile. En el último Gran Bioblitz del Sur, un evento que promueve la ciencia ciudadana, estos animales fueron observados en el valle de Los Chillos y en Cayambe.
Diego Cisneros-Heredia, profesor y director del Museo de Zoología de la Universidad San Francisco de Quito, explica que la mayoría de gaviotas viven en ambientes marinos, pero algunas llegan a las zonas altas de los Andes. Las más conocidas son las gaviotas andinas, que se las puede encontrar en áreas protegidas como el Parque Nacional Cotopaxi, la Reserva Ecológica Antisana y el Parque Nacional Cajas.
Esta especie está asociada a los cuerpos de agua lacustres y humedales de páramo. También habitan cerca de Cayambe, Bolívar, Chimborazo y Tungurahua. Cisneros-Heredia dice que estas aves anidan solo en las zonas de humedales a nivel del suelo, ya sea en el borde de las lagunas o en los islotes que se forman en la mitad de estos cuerpos de agua.
La gaviota andina se destaca por su coloración. Los adultos tienen el cuerpo blanco y resalta su cabeza, donde se forma una especie de capucha negra. Estas son más grandes que una paloma, pero más pequeñas que una gallina. Pueden volar, caminar y nadar. Su alimentación está compuesta por invertebrados, especialmente insectos. Por eso, son buenas para controlar las plagas.
Cisneros-Heredia explica que la gaviota andina es un ave residente. Entre agosto y septiembre empiezan a llegar las aves migratorias, entre las que se encuentran estos animales, que no son tan comunes. La semana pasada, cuenta el especialista, se observó a uno de estos individuos en el reservorio de Cumbayá. Aunque estos espacios son artificiales, son los únicos sitios que quedan en Quito a los que pueden llegar estos animales.
Juan Manuel Carrión, ornitólogo y concejal del DMQ, cuenta que la especie migratoria más común es la gaviota reidora, que viaja al inicio del invierno desde América del Norte hacia zonas más cálidas en el hemisferio sur. Esta ha sido avistada en el reservorio de Cumbayá, Guangopolo e incluso en el parque Itchimbía. Esto último llama la atención, dice el ornitólogo, porque el humedal que está en esa zona es muy pequeño.
Una especie migratoria, que no es tan frecuente en esta zona del país, es la gaviota argéntea o Larus argentatus. Hay registros de su presencia en el reservorio de Tababela. La llegada de estas aves no es tan usual debido a su trayectoria.
Carrión explica que las migratorias boreales son asociadas con ambientes acuáticos. Cuando llegan al Istmo de Panamá, deben decidir cómo seguir su ruta migratoria hacia el sur. La mayoría va por la línea costera, pero algunas optan por la región andina. Esta es una ruta que implica condiciones más duras y deben emplear mayor energía.
Cisneros-Heredia dice que las gaviotas migratorias son de las más raras porque al llegar no encuentran la suficiente comida en los reservorios. La pérdida de humedales naturales y la transformación del paisaje son algunas de las principales amenazas para estas aves. A esto se suma la cacería y el cambio climático, que modifican sus migraciones.