El aislamiento no traerá beneficio para el ambiente

En varias ciudades de Asia como Pekín se han vuelto a registrar índices altos de contaminación del aire, tras la reactivación de las economías. Foto: Reuters

Las medidas de aislamiento impuestas por el brote de coronavirus han ocasionado la disminución más significativa de emisiones de dióxido de carbono (CO2), en los últimos 100 años. Aunque esto puede representar un alivio para el planeta, los investigadores no creen que detenga el avance del cambio climático.
Las imágenes que circularon durante este período muestran cielos más despejados, animales en las calles y la recuperación de ríos y de otros entornos emblemáticos, como los canales de Venecia. El problema es que estas mejoras no se mantendrán en el tiempo y la situación podría complicarse si se recurre a los combustibles fósiles para reactivar las economías locales.
Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente, explicó mediante un comunicado que los impactos positivos visibles de la pandemia son solo temporales. “Se derivan de una aguda desaceleración económica y un trágico sufrimiento humano”, dice la funcionaria.
Este efecto ya se ha visto en crisis anteriores como la gripe española o la Gran Depresión, que fueron épocas en las que se registraron menos emisiones provenientes del uso de diésel.
René Parra, docente e investigador de la Universidad San Francisco de Quito, explica que en esta ocasión el descenso en las concentraciones de algunos contaminantes del aire se debe a la restricción vehicular y a la reducción de actividades. Él ha estudiado la situación de Cuenca. Los registros de la red de monitoreo de esa ciudad muestran que los descensos más relevantes corresponden al dióxido de nitrógeno (NO2) y al material particulado fino (PM2,5), que son contaminantes directamente relacionados con las emisiones del tráfico.
Durante los dos primeros meses del confinamiento, estos contaminantes presentaron reducciones del 56% y 41%, respectivamente, en relación con los niveles diarios registrados desde el 1 de enero hasta el inicio del aislamiento. La NASA también detectó disminuciones de entre el 20% y el 30% en la concentración de NO2 en China, EE.UU. e Italia.
Las restricciones han generado un descenso de gases de efecto invernadero. Una publicación en la revista Nature Climate Change muestra que las emisiones globales diarias de CO2 disminuyeron un 17% a principios de abril del 2020, en comparación con la media diaria registrada en el 2019.
Según los autores, dependiendo del retorno a las actividades normales, las emisiones del año 2020 se reducirían entre un 4% y 7%. La mitad se atribuye al transporte en superficie. Parra explica que estas tasas son comparables con las requeridas a futuro, cada año, para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París, que es limitar el incremento medio de la temperatura a 1,5 °C.
El Instituto Scripps de Oceanografía revela que el uso de combustibles fósiles debería disminuir en un 10% en todo el mundo y mantenerse así durante un año para que esto se refleje en los niveles de CO2.
Parra dice que el problema es que la reducción de emisiones actual no se relaciona con cambios estructurales de los sistemas económico, de transporte y energético, sino a un confinamiento forzado y temporal que, paulatinamente, se vuelve menos restrictivo.
Samanta Villegas, consultora ambiental, considera que esta pandemia es una oportunidad para cambiar el estilo de vida, crear comunidades resilientes y construir una economía que preserve la salud del planeta. “Solo las transformaciones sistémicas a largo plazo modificarán la trayectoria de los niveles de CO2 en la atmósfera y nos permitirán alcanzar las metas globales”, dice.