Un niño invidente de la asociación Lighthouse for the Blind de Miami, se deja besar por un león marino durante una visita al Acuario de Miami. Foto: EFE.
El beso húmedo de un león marino, la salpicadura de agua de una mantarraya o el roce de la piel suave de un delfín permitieron hoy (25 de julio del 2018) a un grupo de adolescentes invidentes “descubrir” la variedad de animales del Acuario de Miami.
Más de 20 adolescentes de la organización para invidentes Lighthouse for the Blind de Miami recorrieron hoy el acuario de la ciudad en busca de distintas texturas que les permitieran conocer, un poco más, cómo son estos animales que la mayoría de ellos sólo han podido imaginar mediante una detallada descripción.
“No importa qué animal, si más pequeño o más grande. Hoy es un día para descubrir muchas cosas, y que sientan que son parte activa de la sociedad. No estar excluidos, y poder participar de lo que los videntes pueden hacer”, explica Janette Fernández, maestra de educación especial del Miami Lighthouse for the Blind.
Palparlos, olerlos e interactuar con ellos dibuja un rostro de satisfacción e incluso provoca carcajadas entre estos jóvenes de edades entre 14 y 22 años que participan en el campus de verano de esta organización.
El primer animal que “descubrieron” fue un león marino, que se animó a acercarse a la mejilla de algunos de ellos hasta poder sentir el cosquilleo de su bigote.
“La piel se sentía súper suave y fresca. Nunca había visto uno tan grande”, dijo Christian Mulet, de 16 años, impresionado por las dimensiones del animal.
También acariciaron a dos papagayos, mucho más ruidosos que los leones marinos, que infundieron un poco más de respeto al joven.
“Le tenía un poco de miedo, porque no sabía si son salvajes o calmados. Pero cuando lo cargué, no era ni pesado, y al tocarlo tenía la piel muy fina y suave, muy delicado”, explicó Mulet mientras una mantarraya salpicaba a su compañero Asdrúbal.
El joven invidente Asdrúbal Díaz de la asociación Lighthouse for the Blind de Miami, acaricia a una mantaraya. Foto: EFE.
Algunos de ellos veían con reticencia el meter la mano en el agua, pero con la ayuda de los instructores, siguiendo la máxima de “si tú lo haces yo lo hago”, consiguieron vencer el miedo.
“¡Qué valiente, Asdrúbal! Lo conseguiste”, dijo una monitora al joven cuando osó tocar el tejido cartilaginoso de la mantarraya.
La actividad más esperada llegó al final cuando, ya sin temor alguno, pudieron tocar un delfín.
“Muchos de ellos probablemente nunca han tocado uno, por eso es una magnífica oportunidad. Es muy importante porque no pueden ver a los animales pero están interactuando con ellos y tocándolos. Cuando ves sus caras es muy gratificante”, aseveró Analisa Duran, encargada de educación del Miami Seaquarium.
“Fue maravilloso, parecía tan amable, además de suave y húmedo”, dijo Jacqueline Gutiérrez, de 19 años.
La joven invidente Jacqueline Gutiérrez, de la asociación Lighthouse for the Blind de Miami, sujeta a un papagayo. Foto: EFE.
Incluso pudieron tocar a un tegú argentino, una especie de lagarto cuya piel se sintió más seca pero que igualmente les ayudó a sumar un animal más a su lista de conocidos.
“Muchos no saben lo que son y hay que describirles el tamaño, el color, no tienen la noción de cómo son los animales. Es muy importante porque tal vez los padres no tienen los fondos que se necesitan para que puedan tener experiencias así”, explicó Betty Chavarría, encargada del programa de Lighthouse for the Blind.
Y como a todos los adolescentes, a ellos les gusta la diversión, “ganan confianza y experimentan lo que la gente con visión hace”, dijo Chavarría, encargada de este programa que combina la inserción laboral de los jóvenes en restaurantes o museos de la ciudad con distintas experiencias veraniegas.
Patinar sobre hielo, ir a la bolera o ir al estadio de los Marlins a sentir la atmósfera de un partido de béisbol son algunas de las otras actividades de las que han disfrutado en este sensorial campo de verano.