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En el ámbito de la comunicación política, está instalada la idea de que la comunicación es una herramienta sujeta a un proceso de constante modernización, al calor de las denominadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICS), lo que abre todo un campo por explorar en términos de innovación.
La fuerte polarización que el ex mandatario de Ecuador viene planteando en relación a su sucesor en Carondelet, no sólo no contribuye en modo alguno a solucionar ninguno de los problemas estructurales sino que, por el contrario, genera una controversia allí donde debiera primar el respeto a la voluntad popular libremente expresada en las últimas elecciones nacionales.
La reciente propuesta del Diálogo Social Nacional es un gran acierto del Presidente de Ecuador, , a tan solo un mes de haber asumido el mando.
garias@elcomercio.org
Recientemente se difundió en diversos medios de comunicación del cono sur de América Latina una encuesta que daba cuenta de los niveles de aprobación y/o desaprobación del ex presidente uruguayo, José ‘Pepe’ Mujica.
La televisión y la radio, junto a la prensa gráfica, solían ser hasta hace no mucho tiempo los dispositivos a través de los cuales la política llegaba a las grandes masas. Con la irrupción de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, las redes sociales disputan la hegemonía que dichos medios otrora ostentaban en lo que hace a la comunicación política.
Ecuador se enfrenta al desafío de repensar y renovar la comunicación gubernamental, sistema que a todas luces necesita un replanteo integral.
El domingo, Ecuador tuvo que optar por dos modelos antagónicos. La polarización como estrategia fue más funcional a Lenin Moreno, aunque el resultado más que ajustado, de alguna manera condiciona el desarrollo de su futura gestión. Con escasa diferencia de votos entre Lasso y él, Moreno se enfrenta al reto de construir legitimidad frente a los ecuatorianos a los que ahora tiene que representar.
Un triunfo de Lenín Moreno le permitiría a la Revolución Ciudadana respirar por su continuidad. El margen nos muestra que las izquierdas o las fuerzas autodenominadas “progresistas” de la región están en una época de cambios.
El presidente de Brasil, Michel Temer, declaró e a la conocida revista The Economist: “Prefiero ser impopular a ser populista”. Una frase que, más allá de los debates teóricos y políticos en torno a los alcances y la pertinencia de la categoría de “populismo”, genera un interrogante fundamental: ¿qué dirigente político podría darse el lujo hoy en día de ser impopular?
La espontaneidad es un arte, no una casualidad. Discursos preparados con la minuciosidad de una obra de ingeniería, con la anticipación de las mejores estrategias militares, con la atención puesta en cada palabra, tilde y guión, pensados para captar la atención, pero que terminan siendo tan volátiles como un tuit.
La inexplicable demora del oficialismo en reconocer que los resultados del pasado domingo conducirían a una inevitable segunda vuelta electoral, y la consecuente reacción de la opinión pública y los candidatos contendientes ante la inexplicable dilación de la CNE en comunicar los resultados, conspiran contra el ya de por sí titánico desafío que enfrenta Lenin Moreno de cara a los próximos 30 días.
Las frustradas expectativas en relación a la performance electoral de Pablo Iglesias y su fuerza “Podemos” en las recientes elecciones generales de España, dan cuenta de una nueva promesa electoral que no llega a plasmar en las urnas la ilusión de cambio insuflada durante la campaña. ¿Cuándo el electorado está en condiciones reales de tomar riesgos en pos de cambiar?
Quienes siguieron con atención las repercusiones en medios y redes sociales del acto de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso argentino, se encontraron con cierta mirada –un tanto absurda y a destiempo por estos días- que puso el foco en deslegitimar el gobierno de Mauricio Macri en función de la escasa movilización popular evidenciada durante la jornada.
Ni izquierdas ni derechas, el viaje es hacia el centro. Asistimos a nuevos vientos en la reconfiguración del poder en América Latina. El triunfo del frente Cambiemos en Argentina, derrotando en las urnas al Frente para la Victoria, luego de 12 años de gobierno de Néstor Kirchner, primero, y luego de Cristina Fernández por dos períodos, deja abierto un escenario donde la región parece estar volcándose hacia la centro-derecha.