La fuerte polarización que el ex mandatario de Ecuador viene planteando en relación a su sucesor en Carondelet, no sólo no contribuye en modo alguno a solucionar ninguno de los problemas estructurales sino que, por el contrario, genera una controversia allí donde debiera primar el respeto a la voluntad popular libremente expresada en las últimas elecciones nacionales.
Lo más saludable para la democracia ecuatoriana sería que toda opinión y consejo del ex mandatario se inscribiera en el marco de un diálogo mayor -representativo del que se quiere practicar a nivel nacional-; poniendo todo su conocimiento y experiencia al servicio de la nueva administración.
De lo contrario, se alimentarán grietas y tensiones que se arrastran y profundizan con el tiempo, y que tienen como único perjudicado al pueblo ecuatoriano, que espera respuestas a sus demandas y necesidades.
La diferenciación que emprendió el nuevo gobierno respecto a la experiencia política anterior, tanto en lo que respecta al estilo y la comunicación como a muchas políticas públicas, y que es tomada por el círculo más cercano al ex Presidente como una “traición”, es lo que votó la mayoría del pueblo.
El diálogo constituye la base sobre la cual todo gobierno debiera ejercer su poder, y la precondición ineludible para la construcción de los amplios consensos. Pero el “diálogo” supone siempre, por definición, un intercambio productivo con el “otro”. Si no, se corre el riesgo de deslizarse hacia un “monólogo”, que de prolongarse, termina encerrando a quien ejerce el poder y a su movimiento en una lógica autorreferencial: en política (y más aún en las redes sociales), es muy usual caer en el denominado “microclima”, es decir, un conjunto de ideas, prejuicios y preconceptos que nada tienen que ver con la realidad, y que se erige en un terreno siempre estéril para la generación de nuevas ideas superadoras.
Sin dudas, a muchos políticos les cuesta delegar y descentralizar, sobre todo si se trata de un recurso tan potente como el “poder”. Dificultad más palpable en el marco de los regímenes “hiper-presidencialistas” dominantes en la región, y que muy a menudo obturan la participación ciudadana sobre la cual debería asentarse la legitimidad y el consenso.
Según una encuesta de éste Diario, la gran mayoría de los entrevistados manifiesta su adhesión a la reciente propuesta del “Diálogo Social Nacional” anunciada por el Presidente Lenín Moreno, lo que ciertamente confirma que es una demanda de la sociedad, que el nuevo mandatario supo sin dudas interpretar, y cuya implementación la ciudadanía recibió con mucho agrado y optimismo.
Esto es lo más importante. Todo lo demás son meros fuegos de artificio de quienes ya no ostentan el poder y no se resignan a la intrascendencia en este nuevo tiempo por el que atraviesa el país.