Sala de Oncología del Hospital Carlos Andrade Marín. Foto:
Foto. Julio Estrella / EL COMERCIO
En Ecuador casi no existe investigación para desarrollar nuevas terapias, probarlas o registrar avances innovadores que permitan comprender y tratar mejor el cáncer.
El cirujano oncólogo Raúl Oleas es tajante: “la investigación del cáncer en Ecuador es incipiente, aquí no se hace investigación fundamental, o sea de laboratorio con células, organismos microscópicos, los esfuerzos aislados son, en su gran mayoría, planes de estudio”.
La investigación clínica, en cambio, se realiza en pacientes de los denominados hospitales-escuela como Solca, Andrade Marín, Eugenio Espejo, entre otros, pero también es mínima.
El especialista y transplantólogo, además, previene que una cosa es lo que se hace en un laboratorio o en un hospital y otra considerarlo ciencia, pues lo investigado debe tener publicaciones internacionales. “Si no se publica no se hace ciencia y la tasa de publicación internacional de los artículos generados en nuestro país es bajísima. Ecuador es uno de los países que menos publica en el mundo”.
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Andrés Caicedo, catedrático e investigador de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), explica que en la Escuela de Medicina de esta institución se busca desarrollar técnicas para saber cuán agresivo va a ser un tumor y desarrollar nuevas terapias basadas en un factor biológico y no en un compuesto químico-farmacológico.
Asegura que ha obtenido resultados interesantes in vitro, generando múltiples cultivos celulares para saber la relación del cáncer con células normales, inmunitarias.
Caicedo trabaja en cooperación con Iván Moya, de la Universidad de las Américas (UDLA), pero asegura que para consolidar este proyecto requieren de recursos económicos y apoyo regulatorio. “Muchas veces estamos atados porque nuestras leyes no están dentro del contexto mundial y el desarrollo científico, el planteamiento de estos estudios es avanzado y no suele ser comprendido por los entes reguladores como la Agencia de Regulación y Control Sanitario, el Ministerio de Salud (MSP) y ahí se frena todo”.
Por su parte, la presidenta de la Sociedad Ecuatoriana de Oncología, Tanya Soria, lamenta que los pocos estudios clínicos han disminuido: “en los últimos cinco años la participación de Ecuador en estos estudios ha sido menor por temas administrativos: permisos, aprobaciones, integración de comités de ética, trámites regulatorios a través del MSP, han sido un freno, también la falta de interés de las empresas farmacéuticas”.
Soria deplora que al final del día se tendrá que aplicar la experiencia clínica de otros países. A esto añade que hay exámenes específicos de secuenciación o estudios de ciertos biomarcadores, que necesariamente tiene que hacerse fuera del país, ya sea en EE.UU. o en Brasil.
El genetista, César Paz y Miño, reconoce que el mejor registro de tumores que tiene el Ecuador es el de Solca con el análisis de 40 000 individuos, pero no participan todos los centros hospitalarios que tratan el cáncer. El registro de Quito tiene el 40% de los cánceres y la actualización de la base de datos es de cada 5 años. La última es del período 2011-2015.
Para prevenir la enfermedad, el investigador destaca que se hace secuenciación masiva en el laboratorio que dirige, con el fin de evaluar genes de predisposición al cáncer. Estudia 94 genes que predisponen a los tumores.
Para entender el alcance de su trabajo el genetista recuerda que la actriz Angelina Jolie decidió extirparse las mamas y los ovarios luego de conocer la predisposición al cáncer que tenían sus glándulas. Esa es una opción, hay otras acciones menos radicales, por ejemplo, prevenir a una persona, con predisposición para cáncer de pulmón o vejiga, que no fume, que el riesgo que corre es muy alto.
En la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE) investiga también las razones por las que el cáncer de tiroides ha crecido tanto, qué factor ambiental incide y si hay o no un sobre diagnóstico. Este padecimiento registra un 16,4% de casos en Quito.
También se está haciendo un perfil étnico de la enfermedad, por ejemplo, por qué el linfoma es más frecuente en población afro y amerindia y el cáncer de piel en la población blanca.
15 de cada 100 muertes en Ecuador se deben al cáncer. Cerca de 28 000 personas son diagnosticadas con la enfermedad cada año, según la Sociedad Ecuatoriana de Oncología.
El de mayor incidencia en los hombres es el de próstata, con 24% de casos, seguido del gástrico, los linfomas, colon y pulmón, aunque la incidencia del pulmonar es 10 veces menor al promedio mundial, gracias a que se fuma menos.
En las mujeres hay más cáncer de mama, tiroides, piel, cérvix, gástrico y de colon. El de cérvix es más prevalente en el sector rural porque no hay conciencia de la necesidad de un examen periódico y la falta de vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (HPV).
En el país el tumor más mortífero es el de estómago, a pesar de no ser el más extendido; mal de Latinoamérica, en donde el 20% de muertes por cáncer en hombres y el 15% en mujeres es por tumores en el estómago, según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Se registran 157,2 casos de cáncer por cada 100 000 habitantes en el Ecuador, el promedio mundial es mayor, 163,5 por cada 100 000 personas, según la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC).
Esta enfermedad es multifactorial, es sobre todo enfermedad genética, tiene que ver con factores moleculares, sin embargo, el 30% de casos se pudieran evitar con un mejor estilo de vida: ejercitarse cuatro veces por semana, no fumar, moderar el consumo de alcohol, dieta con menos grasas y más fibra, no guardar alimentos o hacerlo de forma adecuada.
En Ecuador también hay que lamentar la falta de conocimiento de la enfermedad, por médicos, estudiantes de medicina y hasta oncólogos, dice Soria. “No en todas las universidades la oncología es una cátedra, el cáncer en las universidades casi no se ve. Y hace falta también capacitar a médicos rurales, de atención primaria y por supuesto a la comunidad”.
Raúl Oleas, cirujano oncólogo, añade que en Ecuador la gente se chequea solo cuando ya se palpa la lesión, una bolita, un nódulo, o sea un tumor. No existe una política de despistaje masivo de cáncer. Pero asegura que el cáncer no es sinónimo de muerte, incluso en estadios avanzados, siempre y cuando sea manejado por oncólogos calificados correctamente; el cáncer se ha convertido hoy en una enfermedad crónica.
Gran parte del logro es por los diagnósticos moleculares tempranos. Un tumor de pulmón hace cinco años, por ejemplo, no permitía vivir más de un año, ahora se puede llegar a tres o cuatro años más y con buena calidad de vida.
Cuando la enfermedad llega el arsenal para combatirla incluye cirugía, quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia y terapia dirigida o biológica. Depende de cada tumor, de cada estadío y no todos los cánceres se tratan con quimioterapia. El organismo sabe defenderse del cáncer: cuando el genoma se vuelve inestable hay genes de reparación. Si estos fallan y las células quedan dañadas, entra en acción la muerte celular programada, la apoptosis. Y si eso no funciona actúa el sistema inmunológico que ataca células malignas y las mata. Pero las células malignas dan batalla, están adaptadas, tienen energía, consumen muchos nutrientes. En el 99,84% de casos el organismo gana, el 0.16% de veces se desarrolla un tumor.