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Marcela Lovegrove y su pasión por el estilismo de comida

Marcela Lovegrove lleva 35 años en el negocio del estilismo de comida. Vive en Argentina y llegó a Ecuador para dictar un taller. Foto: Vicente Costales/ SABORES.

Marcela Lovegrove lleva 35 años en el negocio del estilismo de comida. Vive en Argentina y llegó a Ecuador para dictar un taller. Foto: Vicente Costales/ SABORES.

Marcela Lovegrove lleva 35 años en el negocio del estilismo de comida. Vive en Argentina y llegó a Ecuador para dictar un taller. Foto: Vicente Costales/ SABORES.

Hoy, viernes 10 de junio, se inició el taller de Food Styling organizado por Workshops Ecuador que por primera vez trajo a la estilista de comida Marcela Lovegrove. Durante tres días la especialista dictará un curso cuyo objetivo principal es el maquillaje de comida para fotografía y filmaciones. Sabores conversó con Lovegrove para conocer de cerca su carrera y esto fue lo que nos contó.

¿Qué es para ti el ‘food styling’?

Es un oficio más que una profesión porque es muy manual. Me parece que profesión es un médico, arquitecto, así que yo lo veo como un oficio. Hoy por hoy es algo que lo vemos todo el tiempo. Cualquiera que hace fotos de lo que come en un bar, restaurante o lo que está haciendo en la casa está haciendo ‘food styling’ sin darse cuenta.

Si tuviera que definirlo así simple es: preparar o manipular alimentos y el entorno de los alimentos para ponerlos frente a una cámara, ya sea de fotografiar o de filmar. Ese es el objetivo del estilismo.

En ocasiones has mencionado que “el food styling profundiza una serie de conocimientos y recursos que crean un universo en sí mismo”. ¿Qué tipo de conocimientos y recursos se trabaja en esta rama?

¿Cuando entran los recursos? Cualquiera que saque una foto de un café ya está haciendo food styling de una forma absolutamente intuitiva. Cuando yo no sé y actúo intuitivamente, los resultados siempre son azarosos. Puedo hacer un montón de fotos lindas y un montón de fotos feas. Porque me faltan esos recursos y técnicas para saber cómo hacer que ciertas comidas que no son tan sencillas perduren en el tiempo.

Un ejemplo sencillo: si tenemos que hacer fotos de quesos, sabemos que los quesos al rato de estar fuera de la nevera empiezan a transpirar. Entre que acomodas un queso y el otro necesitas tener un manejo de recursos para saber responder en el acto. ¿Qué hacer con las gotas de grasa? ¿me gustan o no? Ahí empiezan a aparecer los recursos y técnicas.

Las técnicas que manejamos las food stylist son muy diferentes a las técnicas culinarias. El propósito de un chef para preparar y manipular la comida es el sabor. Que te sientes frente a un plato, lo comas y digas qué rico. Mi propósito es que lo veas y digas qué rico. De repente está frío, relleno con papel, pero lo ves y te lo imaginas rico. Como mi propósito y objetivo es diferente no le pongo condimentos porque no se ven; no lo cocino porque no se necesita. Ahí es donde empiezan a aparecer cosas que tienen que ver con lo profesional que el amateur no lo sabe. Justamente el taller apunta a profesionalizar esta área.

¿Qué te llevó a empezar en este oficio?

De casualidad. Cuando empecé en el año 78, no existía la palabra food styling. Nos llamaban ecónomos. Es un oficio relativamente nuevo porque hace 60, 70 años atrás las recetas y comidas se dibujaban. Después empezaron las fotos. A partir de eso empezaron a sentir que había que profesionalizarse. Empezó la exigencia.

Yo entré por casualidad cuando empezó en la Argentina a necesitarse una calidad más pareja y uniforme de las imágenes. Cuando la fotografía requería una modelo peinada, bien maquillada, no con la ropa de casa sino que alguien la vistiera. Fue una movida general fotográficamente y la comida entró también. Ahí se creó el oficio que lo inventaron los estadounidenses.

Yo lo aprendí haciendo porque no había nadie en ese momento que lo enseñara. Tuve la suerte de que filmé muchos comerciales. Venían a filmar extranjeros en Argentina, muchas foodstylist estadounidenses, alemanas, italianas o inglesas. Cuando iban a filmar, generalmente la compañía productora del comercial en el país donde se filmaba tomaba como apoyo a una foodstylist local, es decir, yo. Era quien recibía la lista de cosas que necesitaban y yo les tenía todo listo. Venían con una tecnología mucho más exigente y siempre fueron más vanguardistas.

¿Cómo has visto los cambios del oficio a nivel tecnológico en el tiempo que llevas ?

Con la cámara la era digital cambió radicalmente tanto para los fotógrafos como para nosotras. Porque a partir de que existe el retoque digital todo cambió. Yo soy de la generación donde las cosas que se hacían salían así. Las cosas se revelaban con suerte un día después. Además veíamos por los visores de las cámaras a 10 x 12 cuadrículado invertido de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Las food stylist de mi generación tenemos otra cabeza. Para mí no existe que alguien me retoque lo que hago, por eso mismo trato de hacerlo bien.

A nivel de recursos no se crean cosas para las food stylist, pero si tomamos cosas de otros oficios. Por ejemplo, puedes tomar las botellas para crear vapor de las cosmetólogas o las máquinas para hacer vapor de la planchas cuando queremos hacer vapor. Tomamos las pistolas de calor para cocinar. Cuando uno filma y trabaja en un determinado nivel, uno ve lo que pasa alrededor. Vas aprendiendo del que más sabe y quien más recursos tiene.

¿Qué cualidad debe tener una persona que se dedique al food styling?

Que sea detallista en lo que mira. Que sea creativa, hábil y que una de las cualidades es que sea apasionada. Es un oficio muy lúdico, parece un juego. El hecho de poder meterte, lanzarte y decir "voy para adelant"e y permitirse jugar porque es un oficio de ensayo y error. En la medida que uno ensaya más la calidad de lo que hace, empieza a ser cada vez más pareja. La experiencia y el conocimiento que te da la experiencia.

Hay que tener un sentido de la estética como afilado. Mucha gente le saca fotos a la comida en su casa. Está muy bien y se daña porque atrás aparece una cacerola. Cuando uno agarra el teléfono y enfoca debe preguntarse si lo que ve le gusta y retirar lo que no.
La imagen tiene que ver con la estética. Si sacan fotos con celulares pónganse cerca de la ventana por la luz. En Australia hay talleres de ‘food styling’ solo con celulares porque se sacan fotos buenísimas con eso.

¿Has abierto en tus talleres espacio para esta rama (el uso de celulares para la fotografía de comida)?

La gente que viene a mis talleres pueden ser profesionales y quieren aprender más. Porque en países como este hay falta de food stylist y el fotógrafo suple. También viene gente que quiere saber porque es parte de su trabajo o gente que tiene blogs y usan su celular.Cada uno hace con lo que tiene. A mí no me interesa con qué saquen, si componen lindo o feo, si ponen buena luz. Lo que más me interesa y lo que más hincapié voy a poner es en el cambio de mirada. Es otra mirada, otra cabeza.

¿Qué va a experimentar la gente que está en el taller?

La gente que venga va a experimentar un cambio radical de mirada. La imagen de la comida es lo único de lo que tengo en mente antes de fotografiar. Tener esa meta te permite hacer lo que tengas que hacer para lograr el objetivo que quieras. Es un cambio de criterio.

La imagen se ha vuelto cada vez más competitiva y este taller va a ser la entrada a universo vasto. Es el primer taller de estilismo de comida que se da en Ecuador. No conozco a nadie que enseñe en América Latina. Hay en EE.UU. y México. Las ‘food stylist’ somos bastante celosas de contar cómo hacemos las cosas. Porque una vez uno muestra y abre el abanico cualquiera lo puede hacer.

Mi permiso es absoluto. Es como medio presuntuoso, pero hay ‘food stylist’ que dicen que hacemos arte. Pero sí es un oficio netamente artístico, creativo y de habilidad pura. Mi objetivo es mostrarle al público qué hacer para hacer una linda foto de comida. Si quieren dedicarse a esto, es un oficio increíblemente bien remunerado y cada vez más solicitado porque la publicidad y las necesidades son mayores.