Las familias de Efraín, Paúl y Javier siguen tras la verdad
Hoy se cumple un año del secuestro en la frontera norte del equipo periodístico de EL COMERCIO. Sus familiares relatan cómo fue su vida en este período. Afrontaron momentos de angustia y se enfrentaron a una rutina de
reuniones, viajes y vigilias.
Cada día corre 10 o 15 kilómetros. Se levanta a las 04:30 y practica atletismo durante una hora y media. Su rutina cambió tras enterarse del secuestro de su hijo Javier Ortega. Desde entonces, Galo Ortega se inscribe en todas las carreras atléticas que
se organizan en Quito. “Me entreno a diario como símbolo de amor a mi hijo, porque a él le gustaba el deporte. En las carreras represento a nuestros héroes y lo haré el resto de mi vida”. Por eso tiene previsto participar el 29 de abril
en una competencia en la frontera con Colombia, y el 2 de junio en la Últimas Noticias-15 K.
El plagio, perpetrado en Mataje, Ecuador, también cambió las vidas de personas cercanas a Paúl Rivas y a Efraín Segarra, el resto del equipo de prensa, cuyo crimen fue confirmado el 13 de abril del 2018. El miércoles de la semana pasada, Galo Ortega estuvo
en su casa, ubicada en las afueras de Quito. El domicilio está lleno de fotografías de Javier. En la pared de las escaleras están colgadas 12 imágenes de su hijo durante sus viajes a la frontera y fotos con sus amigos y con familiares.
Todos los días se sienta en un sillón de la sala y las observa.
En su cuarto conserva los álbumes de cuando Javier era pequeño. Mira cada gráfica. De pronto se queda en silencio y llora. Recuerda que cada ocho o 15 días visita el cementerio, en el norte de la capital. Le lleva flores y la última vez que estuvo allí
dejó la medalla que ganó el 24 de febrero pasado en la carrera Héroes de Paz, que organizó la Policía. En esa ocasión usó una camiseta con los rostros de Paúl, Javier y Efraín y llegó a la meta acompañado de Panchita (la mascota de Javier).
Le entregué la medalla a mi hijo en representación de que él participó junto a mí
Los tres miembros del equipo periodístico fueron enterrados uno junto al otro. Por eso, cuando Carolina Rivas, hija de Paúl, acude al cementerio cada 15 días les lleva flores a todos. Se sienta junto a la lápida de su padre y empieza a contar cómo estuvo
su día, le pide perdón por no haberle dicho las suficientes veces que lo amaba y antes de despedirse le muestra las fotos que ella hace con la cámara que él le regaló.
Cuando voy por la calle hago fotografías de paisajes o capto las expresiones de la gente. Esa fue la técnica que mi papi me enseñó
Carolina se enteró del secuestro un día después de lo ocurrido. “Fue un golpe muy duro. No sabía cómo actuar, a quién debía pedir ayuda, en quién debía confiar. Mi vida cambió en un segundo”. Antes del hecho, ella salía
con sus amigos, se iba de viaje, acudía al cine con su familia. Pero de un momento a otro tenía que pasar horas enteras en el ECU-911, en reuniones con las autoridades, con organizaciones de derechos humanos, en plantones. Pero los días
transcurrían sin resultados, sin saber qué pasaba con Paúl. Su único consuelo era tomar una vela e ir todos los días a las 19:00 a la Plaza Grande. Allí se unía a las manifestaciones para pedir que los tres regresaran con vida.
Las vigilias nos ayudaban a ser más fuertes y a sentir que en esta lucha no estamos solos
Carolina cumple años el 9 de abril. En esa fecha aún no se confirmaba la muerte de los tres. Pidió que no la celebren, que el único regalo que quería era que su papá regresara y que volviera a darle un abrazo. Cuatro días después, el presidente Lenín
Moreno confirmó la muerte de los tres. Ese día, ella también recordaba el fallecimiento de su abuelo. Después de tres meses (el 26 de junio del año pasado), Carolina se reencontraría con padre, pero dentro de un féretro cobijado con la
bandera del Ecuador. El escenario era una sala de velación, en la funeraria Capillas de la Fe, en Cali.
Patricio Segarra, hijo del conductor Efraín, también estuvo presente allí. Aunque él guardaba la esperanza de que su padre regresara con vida, al menos le consolaba la idea de que los cuerpos volverían al país. Según Patricio, poder sepultarlos fue el
cierre de un ciclo de incertidumbre. El dolor persiste, “pero seguimos”. Luego de que regresaron los cuerpos, “comenzó la lucha por la verdad”. A diario debíamos hablar con fiscales, abogados, estar pendientes de que la investigación avance
y acudir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), recuerda. En este mes está previsto que esta instancia entregue el informe de la investigación que realizó. Patricio asegura que esa lucha que han tenido que librar ha causado
estragos en su salud y en la de su hermano Cristian. Él sufrió una leve parálisis facial. En cambio, a Patricio le detectaron estrés postraumático que le ocasionó contracturas musculares y problemas en la tiroides.
Él asegura que durante este año no han querido festejar Navidad, Fin de Año ni otra fecha, salvo el 4 de noviembre, cuando nació su bebé. El sueño de Efraín era ser abuelo, jubilarse y pasar todas las tardes cuidando a su nieto, pero no alcanzó a conocerlo.
Una vez por semana acude al cementerio a limpiar la lápida, a poner flores y tarjetas. Le pide a Efraín que “venga a visitar y a jugar con su nieto”. Cada familiar del equipo periodístico encontró la forma
de honrar la memoria de su ser querido. Galo conserva el cuarto de Javier con adornos del FC Barcelona (su equipo favorito de España), su grabadora, su cámara y una pila de libretas que usaba en el trabajo.
La hija de Paúl dice que lo honra con estudio y al mantener la beca que tiene en la universidad. Los hijos de Efraín cuidan la camioneta como su papá lo hacía siempre.
TESTIMONIOS DE AMIGOS
Patricia Mayancela :: Vecina de Efraín Segarra
Gustavo Muñoz :: Vecino de Paúl Rivas
Guillermo Carranco :: Vecino de Javier Ortega
UN HECHO QUE DEJÓ SECUELAS EN ECUADOR