Les dicen también “gatos”, “cinturita” o simplemente “oportunistas”. Son aquellos personajes que “caen siempre parados” ya que tienen la “agilidad” que les da no tener ningún escrúpulo, por lo que efectúan todo tipo de juegos, pero con una carta bajo la manga; están siempre con el mejor postor, les encanta el poder; como no tienen ideología, son únicamente fieles a sus intereses, unas veces pueden estar con la izquierda, otras con el centro o con la derecha. Son “eficientes” por lo general para canalizar temas poco santos, cobran más alto por sus servicios.
No pelean de frente, pero dan las más encarnizadas batallas desde la oscuridad. Sonríen a todos, pero están listos para la traición. No dan la cara, ya que les gusta los puestos relevantes tras el trono desde donde mueven cómodamente los hilos del poder. Son las eminencias grises que dicen y hacen todo lo que les encanta a sus jefes. Son ambiciosos y lambiscones.
Nuestra historia está plagada de estos personajes. Son una especie en expansión en un medio metalizado y exhibicionista que premia al “vivísimo” y acusa de pendejos a los que practican la ética y los valores.
Uno de los “vivísimos” más destacado de la historia universal fue José Fouché, el hombre fuerte tras Napoleón Bonaparte. Nació en 1759, en Le Pellerin, Francia, en un hogar modesto de marineros y comerciantes. Se formó como clérigo pero abandonó la vida religiosa y se integró con fervor a la lucha revolucionaria de la Francia antimonárquica. A poco de dejar la Orden de los Oratorianos fue designado presidente de la asociación “Amigos de la Constitución” y más tarde diputado de la Convención.
En la Asamblea pasó de un extremo al otro. Se comprometió con los girondinos para pedir clemencia para el Rey, pero de acuerdo con las circunstancias votó con la mayoría jacobina por la decapitación de Luis XVI. Maestro en el doblez y la conspiración, lideró masacres y navegó certeramente en las turbulentas aguas del “terror” que llevaron a muchos amigos y dirigentes de la revolución a la guillotina. Recorrió todo el espectro político ocupando altos cargos en diferentes regímenes. Comulgó con los moderados girondinos, luego fue un rabioso jacobino, pasó nuevamente al sector conservador siendo clave en la ejecución de Robespierre.
Fue el cerebro gris, policiaco y propagandístico del gobierno de Napoleón. Censuró la prensa, acumuló riqueza y títulos nobiliarios. Llegó a ser uno de los más ricos de Francia. Posteriormente, a partir de la derrota de Bonaparte en Waterloo facilitó la restauración borbónica de Luis XVIII.
La historia la construyen los pueblos y los grandes líderes, pero sin duda la otra historia, la no contada, la que ilumina mejor el pasado, la hacen los personajes oscuros y siniestros, los oportunistas, los Fouché. Y como tales son recordados.