Populistas sin plata

Pocas cosas son tan duras para un populista como quedarse sin plata. El populismo florece cuando los gobiernos tienen abundantes recursos y los pueden distribuir a manos llenas.

Regalar dinero, hacer obras o contratar gente en el sector público es siempre agradable para aquellos que se alimentan del aplauso del pueblo. Pero ese aplauso no existiría si, para financiar esas “dádivas”, tuvieran que cobrar impuestos.

Por eso es que les cuesta tanto vivir en el mundo real donde nada es gratis. Por eso se lucen cuando los recursos son abundantes, como ocurrió para la Argentina y el Ecuador entre 2007 y 2014, con los altos precios de materias primas (productos agrícolas allá, petróleo acá).

Pero la plata se acabó y entramos en el período donde la realidad no cuadra con los sueños populistas. ¿Qué puede hacer un populista para sobrevivir en una época en que las cosas son lo que son y no se puede vivir de fantasías?

Lo primero a lo que recurren en situaciones así es emitir dinero inorgánico. Los argentinos han puesto a funcionar la “maquinita de hacer billetes” y así están financiando su déficit fiscal. El problema es que eso produce inflación y hoy están sufriendo una de las más altas del mundo con 36% anual.

Pero una distorsión tan grande genera otras distorsiones y eso condena a esos países a entrar a un círculo vicioso de vivir poniendo trabas para limitar el daño que causan sus políticas. En la Argentina emiten dinero, lo cual causa inflación. Para frenar la inflación limitan las exportaciones (para que los productos se queden en el mercado local y aumenten la oferta). Con menos exportaciones hay menos dólares, por lo que el tipo de cambio se dispara y entonces ponen restricciones a la compra de dólares. Y eso nunca para.

Las restricciones económicas son adoradas por los populistas, más aún en un país como el Ecuador en el que no pueden crear dinero. Por ejemplo, si el próximo presidente fuera de esa escuela, seguro querría gastar más, pero ante la imposibilidad de emitir tendría que gastarse las reservas del Banco Central, lo cual debilitaría la dolarización y llevaría a la gente a sacar dólares del país. Ante eso, la respuesta populista sería restringir la salida de dólares. El público podría reaccionar guardando efectivo en sus colchones, ante lo que se podría prohibir a los bancos la entrega de efectivo por encima de ciertos montos. Y así al infinito.

Y claro, el sueño más grande para ellos sería reinstaurar el dinero electrónico en el Banco Central, para poder emitir todos los dólares que quieran y vivir como en Argentina y Venezuela: sin ningún límite. O más bien, para vivir más allá de los límites, hasta que la cosa explote porque nadie soporta la emisión de dólares falsos.

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