En los momentos que vive el país no habría querido referirme al penoso espectáculo que está dando la Corte Nacional al disputarse a dentelladas la presidencia.
La manía refundacional del correísmo recogida en la desastrosa Constitución de 2008 cambió el nombre de Corte Suprema de Justicia por el de Corte Nacional y redujo el número de jueces de 31 a 21, a sabiendas que había represados cientos de causas que esperaban las decisiones de la corte. Dejaron de ser magistrados y pasaron a ser jueces y se estableció un procedimiento de méritos y oposición que ha alejado a abogados de experiencia y prestigio, que eventualmente habrían querido culminar su vida profesional en el más alto tribunal de justicia.
Ningún abogado que se estime está dispuesto a someterse al concurso, llenando formularios, dando exámenes orales y escritos ante examinadores que tienen menores conocimientos de leyes y de derecho y que, por añadidura, califican según intereses políticos o para asegurar jueces dóciles, especialmente en el campo penal.
Ahora mismo la Corte está en un berenjenal penoso, con consultas al Procurador sobre interpretaciones legales, desautorización del Consejo de la Judicatura al presidente, sin el mínimo de 12 jueces titulares que exige la ley para elegir presidente, y embarcada en una discusión de barrio entre los candidatos a presidente: el actual, Iván Saquicela, (de la reunión nocturna con su primo Virgilio Saquicela, entonces presidente de la Asamblea Nacional y el diputado Esteban Torres del PSC); y la jueza Daniela Camacho, que descalifica a Saquicela “porque ya ha sido presidente y ahora toca a otros jueces, preferentemente a una mujer por la alternabilidad de género”. Pero la jueza Camacho se ha excusado de formar parte del tribunal que debió juzgar al ex contralor Pablo Cely y en estos días al expresidente del Consejo de la Judicatura Wilman Terán -ambos encarcelados- por “amistad íntima” que, según la RAE, “dicho de un amigo muy querido y de gran confianza”.
Entre los jueces de la Corte Nacional sí hay quienes no tienen esos baldones, especialmente en una hora en la que la justicia ha caído en profundo desprestigio, por jueces vinculados a capos del narcotráfico y caudillos políticos, según el caso Metástasis.