En la vida deportiva, uno de los lemas es “ganar con modestia y perder con honor”. Los entrenadores y la cancha enseñan que los triunfos y las derrotas son parte del juego. Mejor aun: hay que hacer lo posible por triunfar, pero no cabe desmoralizarse ni lagrimear por un contraste. La vida misma es un escenario en el que se combinan las alegrías con las penas.
En el fútbol, en el basquetbol o en el boxeo es imposible mantenerse invictos.
¿Y en la política? No faltan los altibajos, más aún cuando se trata de escenarios democráticos, con ciudadanos de cerebro y corazón variables, con un millón de historias que cuentan ascensos vertiginosos y descensos amargos. En el Ecuador hay múltiples ejemplos de gobernantes que subieron como la espuma y luego se esfumó la popularidad. Inclusive casos singulares, dignos de un espacio en el libro ‘Aunque usted no lo crea’. Como el ‘Profeta’ que subió feliz cinco veces y se cayó–triste, por supuesto- en cuatro.
Actualizando el tema, el Jefe está entre los gobernantes que subieron de un salto y pasaron, en un corto lapso, de un Ministerio a Carondelet. Llegó en un momento propicio, cuando la partidocracia había caído muy bajo y el pueblo buscaba –igual o más que siempre- algo nuevo, con promesas atractivas y con una dosis de carisma, que salve al país. El simpático verbo “ganar” se convirtió en su favorito, su amigo, su pasión.
Puso en juego todo lo suyo –incluyendo los impulsos del poder- para mantenerse lo más lejos posible del verbo “perder” y fue sumando triunfos y satisfacciones, interesantes en un país difícil. Pero un día también se registró en su caso un “bajón” -que no aceptó como tal- cuando ganó en todas las preguntas –siguiendo su racha- pero no en todas las provincias y los porcentajes triunfales no fueron los esperados. Luego, hace una semana, sus candidatos en la Asamblea tuvieron evidentes dificultades para ganar y apelaron a todos los recursos posibles. Cuando faltan aun algunas votaciones, el Jefe declaró que la oposición es “conspiradora y desestabilizadora”, además de que no representa en el consenso nacional los votos que ha logrado sumar en el ámbito legislativo. El hizo y hará lo posible –hasta conversar con dos asambleístas de la otra bancada- para evitar una derrota y hasta una “muerte cruzada”, que sería ingrata para el interés nacional. El señor Presidente no quiere perder una hasta que llegue la próxima batalla por Carondelet. “Ganar” fue hasta ayer su lema. Ahora es “prohibido perder”. Y ¿qué dice el rival? Pide un espacio y no se le puede negar.
“No hay conspiración. Basta de tumbar presidentes. 40 leyes han sido aprobadas con votos opositores. No vea cucos, Presidente” (Moncayo). “Una ley de comunicación sancionadora y mordaza haría daño al país. No es un aporte” (Montúfar). El Ecuador requiere gran acuerdo nacional (González)