Hace pocos días, la UIDE tuvo el acierto de conceder la distinción de doctor honoris causa, a un intelectual grande, académico, periodista, escritor y catedrático de radiantes virtudes humanas: Simón Espinosa Cordero. A sus 95 años de vital existencia, ha fusionado con armonía una pródiga formación humanista y cristiana, el apego a las causas de la justicia, la ética de las convicciones, la entrega a la solidaridad; su reyerta contra toda forma de mentira, corrupción o poder desmedido. Su apego inquebrantable a los valores de la democracia y de la dignidad de la condición humana.
Hay universidades que, adulando al poder del poderoso de turno, obsequian doctorados. Aquí mismo y también fuera. Solo recordemos al vanidoso caudillo que degustó del poder arbitrario durante una década. Donde sus camaradas gobernaban, sus fieles diplomáticos tenían, como misión, obtener títulos honoríficos. Enchufados por el amiguismo ideológico, le consiguieron 18 doctorados: 7 en la Argentina kirchnerista, 2 en la Rusia de Putin, 1 en Turquía de Erdoğan, otro en Paraguay de Fernando Lugo. ¡18 doctorados!, no fueron suficientes para llenar la enorme cavidad de su arrogancia y fatuidad.
Pero regresemos a lo que importa. A lo esencial y sustantivo. Simón Espinosa Cordero es un ser humano admirable. Ha mostrado una vida virtuosa y cristalina. No es un hombre rico o acomodado. Su enorme riqueza está en sus ideas y en el testimonio de su vida. El patrimonio del ejemplo y la autenticidad. La valía de su entereza moral. El peso de sus convicciones. La armonía y coherencia entre sus expresiones y acciones. La autenticidad de su fecunda existencia. Su vida sobria y sencilla. Nunca seducida por el halago al poder.
Su lucha contra la simulación, la injusticia y la corrupción, lo colocó al frente en la denuncia contra el sucio contralor Polit. Una jueza encargada de tapar la trapacería y guardar deberes de gratitud y obediencia al jefe autoritario, lo sentenció por calumnia, junto a Isabel Robalino Bolle, Julio César Trujillo, Jorge Rodríguez y otros.
Simón Espinosa Cordero es un hombre que optó por el bien y la justicia. Un humanista en su totalidad, rectitud, honradez y apego con los valores de la ética. Con certeza nos dice que tenemos una «educación que no educa», y que «no se aprecia que pensar transforma la realidad». Que este hombre de superior inteligencia, íntegro, bondadoso y bueno, de alma limpia y abierta, siga con nosotros más años.