El misterio insondable de la vida y de la muerte ha jugado a lo largo de la vida un rol trascendente sobre el destino de las personas y de los pueblos. La enfermedad de los líderes ha tenido un impacto en la toma de decisiones y en la mirada de estos ante la finitud del poder. Lo que las críticas y el más lúcido del razonamiento no han podido, ha logrado si que la proximidad de la muerte cambie la perspectiva de los jefes de Estado ante la vida y el porvenir. La fragilidad de la relación personal con un futuro al que se quiere atrapar con los buenos deseos o con las soberbias más altisonantes da paso a una racionalidad ante la vida y la muerte que no ha podido conquistarse desde ninguna instancia humana ni institucional.
Esta introducción viene a cuento del estado de salud de Hugo Chávez, que ha decidido no solo borrar la palabra muerte de cualquier juramento militar o civil sino que lo ha llevado a reconocer sus notables carencias como gobernante a lo largo de 13 largos años que para los venezolanos no ha sido otra cosa que la constatación más dolora de la pérdida de los valores humanos y democráticos en lo que había creído profundamente. Si esa moderación y equilibrio que ha demostrado Chávez en sus últimas apariciones en el proceso de lucha contra el cáncer fuera parte de su comportamiento cotidiano estoy seguro que sus errores no hubieran tenido el impacto negativo que hoy tienen sobre un país rico pero empobrecido por la soberbia de su Jefe de Estado que ha creído poder contra todo y todos al mismo tiempo.
En Paraguay la situación de Lugo tuvo características similares en el proceso de la quimioterapia abandonada posteriormente cuando los primeros síntomas de recuperación fueron evidentes. El corazón del poder blando ante la posibilidad de la muerte vuelve a endurecerse apenas pasan los efectos de la cercanía de la Parca. Ni la situación de muchos compatriotas en iguales condiciones que no pueden tratarse como ellos ni en La Habana o en Sao Paulo ha logrado conmoverlos creando condiciones favorables para que reciban iguales tratamientos en sus países lo que demuestra la distancia entre el discurso seudonacionalista y la verdadera motivación que tienen como líderes políticos.
Sin que sean necesarias circunstancias similares en la vida de nuestros líderes, América Latina requiere una mirada más humana, compasiva, solidaria y cierta para con los millones de seres humanos que no podrán alcanzar nunca el tratamiento que sus líderes que hablan de igualdad tienen ante la proximidad de la muerte.
Si la conmoción espiritual que presupone el trance sirviera para abandonar la soberbia altanera, muchas lecciones de vida habrían podido recibir los líderes de esta América doliente, que no logra conseguir un tratamiento igual que ellos en sus países de origen.