Diego Almeida Guzmán
El superhombre (I)
El “superhombre” nietzscheano es quien ha superado las taras impuestas por una sociedad decadente que limita su realización… y por ende atenta contra la libertad, elemento esencial e irrenunciable de la naturaleza humana. Para llegar a ese “estado” de máxima sublimidad espiritual, no religiosa por artificiosa pero sensata, el ser debe asumir debida conciencia de la “voluntad de poder”, así como del hecho cierto del “eterno retorno”.
La “voluntad de poder” es la disposición del hombre para desobedecer enseñanzas morales que le son transmitidas por quienes pretenden dominarlo. El hombre es el individuo llamado a actuar, jamás a responder a exigencias de alguien. En virtud del “eterno retorno”, el hombre asume la certeza de que la vida es un círculo en que – F. Nietzsche lo afirma – cada dolor y alegría, cada pensamiento y suspiro, lo grande y lo pequeño se reproducen siempre.
El hombre es cuerda tendida entre “la bestia y el superhombre”. Transita por un camino de esperanza hacia la nueva mañana y el gran mediodía de su encuentro consigo mismo. Con la metáfora del espíritu transformado en camello, el camello en león y el león en niño, llega el alemán a simbolizar la libertad del superhombre. Que olvida y vuelve a comenzar sin recelo al yerro, titular único de una capacidad de crear, en lo cual nada debe intervenir. Es lo que K. Jaspers, al interpretar a Nietzsche, refiere como el individuo capaz de ser en sus acciones tanto creador como obra.
Para Zaratustra, el hombre para el superhombre es una “irrisión, o una afrentosa vergüenza”. Complementa la idea aseverando que el hombre ha ido del gusano a él… pero todavía tiene mucho de gusano. Deja de serlo cuando despunta como superhombre.
La sumisión a principios morales es de seres vulgares resistentes a cuestionarlos por temor a ser tachados de inmorales. No se trata de inmoralidad sino de obedecer solo a la moralidad de uno mismo, para lo cual el hombre debe llegar a la “superhombría” de los seres moralmente superiores, a que accede con aliento de rebeldía.