En la actualidad, dos dictaduras enérgicas que constituyen herméticas celdas, son Cuba y Corea del Norte. Impera el partido único, el mando y control absoluto. La omnipotencia y centralidad del Estado, donde no hay espacio para pensar diferente. Quien ose expresarse, le espera el destierro o la prisión perpetua. Represión, persecución, desaparición o muerte. El horror indescriptible.
Cuba, desde inicios de los 60 del siglo pasado hasta la caída de la Unión Soviética y de sus satélites socialistas, vivió del subsidio de la antigua URSS, que se calcula en 60 mil millones de dólares. Luego, la Venezuela autoritaria ha entregado 160 mil millones. Ahora sobrevive de la ayuda de Putin. Desde el año 2000 el PIB ha sufrido caídas que llegan al 45%. Un crecimiento económico bajo. Una economía con déficit crónico y empobrecimiento extremo.
El salario mínimo (2.100 pesos) no supera los 6 dólares al mes y el de sus profesionales no llega a los 30, al cambio oficial. La mayoría sobrevive en la extenuante carencia y pobreza. El 90% de su población subsiste con la «libreta de racionamiento»: una porción de arroz, frijol negro, aceite, unos pocos huevos, café y algo más. La penuria fatal. Para vergüenza, el primer «producto» de exportación e ingreso de divisas es la esclavización de médicos, enfermeras y profesores. Sus ingresos llenan las arcas del partido comunista. Con el eufemismo de «servicios», disfrazan una tercerización. Las remesas que llegan de los EE.UU. les da un respiro.
El sistema de mando y supremacía absoluta se refuerza, con un entramado de intimidación y castigo, a quienes decidan oponerse. Su Código Penal (ley 151/2022) criminaliza la protesta, el «desorden público», la «resistencia», el «desacato», la «difamación». Establece el delito de Ultraje a los símbolos nacionales. El art. 269 dice: «Quien mancille o, con otros actos, muestre desprecio a la Bandera de la estrella solitaria, al Himno de Bayamo o al Escudo de la Palma Real, incurre en sanción de privación de libertad de dos a cinco años o multa de quinientas a mil cuotas, o ambas». Amnistía Internacional ha expresado: «un panorama aterrador para periodistas, activistas y cualquier persona crítica con las autoridades». De ese infierno vino quien, abusando de la libertad republicana y la tolerancia, aquí incitó a la violencia política, cuestionó la democracia, se mofó del jefe de Estado, se burló de nuestro himno. Dijo lo que le venía en gana. La desfachatez de la intransigencia. Ya sin visa y apurada voló, pero no a la sociedad atada que ensalzó. Los socialistas se encantan más en el capitalismo.