La gobernabilidad política es fruto de una serie de factores entre los que la madurez cívica y la capacidad de encontrar en el diálogo el camino hacia el consenso figuran entre las formas básicas de construcción democrática. Por eso el grito, la altanería y la prepotencia en el poder configuran los elementos opuestos para permitir que el Gobierno haga finalmente lo que la gente quiere que se realice. Cuando vemos los temas preponderantes de la agenda social y como ellos se encuentran alterados por la confrontación permanente en la que se sumerge la clase política y el gobierno como estrategia de dilación o postergación, en realidad lo que observamos es el desarrollo de un tumor al interior del sistema democrático que puede acabar con la disidencia al principio pero terminará con el elemento disparador de dicha alteración.
Se cree generalmente de manera tonta que el poder blinda de entender estos hechos porque su ejercicio se halla lejos de cualquier restricción normativa. Se asocia el ejercicio del gobierno a la impunidad de los actos mientras se tiene el control ocasional no leyendo la historia cercana o lejana, que muchos de los errores se tomaron ante la ausencia de una fuerza crítica que hubiera impedido la desgracia del país y la propia del gobernante de turno. La prensa en ese sentido con su actitud crítica, mordaz a veces o pesimista en otras, lo que le hace al poder es un gran favor para comprender el límite legal y humano en sus acciones. Resalta la finitud de sus actos y cuestiona la intemperancia y el autoritarismo de quien cree que con sus actos está cambiando el país cuando en realidad lo que hace finalmente es mantenerlo tan igual como antes de haber accedido al poder.
Por eso, los buenos gobiernos son capaces de entender la crítica, no son refractarios a ella sino que buscan con los otros actores sociales construir un modelo de sociedad que deje en mejores condiciones el país. Un presidente democrático vive en tensiones . La democracia es un sistema donde habría que comprender que su lógica de movimiento y de control se basa en esa configuración, donde quien critica no es enemigo ni quien puntualiza los errores deba ser perseguido, humillado o condenado.
Recordar las tareas de un presidente es hacer el mayor favor a la salud de una democracia. Silenciarlo por temor o persecución configura la peor herencia que finalmente es la que sostiene la pobreza, la marginación y la inseguridad de nuestros pueblos. La relación entre la promesa electoral y la acción una vez alcanzado el poder configura un momento democrático que requiere de alguien que recuerde la tarea por hacer. Lo contrario es prefigurar la mentira electoral como un recurso de uso ordinario y de trámite normal cuando en verdad ella tiene tanta o más trascendencia en la acción y en la gestión de cualquier gobierno.